viernes, 18 de diciembre de 2020

Una perspectiva diferente de Yule

 En ocasiones, me percato de que doy por sentado ciertos elementos básicos de nuestra Fe, dándose la circunstancia de que no siempre son tan conocidos (o sería más correcto decir "entendidos") como yo pueda presuponer. Y el mejor ejemplo que puedo dar sobre esto es nuestra más grande celebración: Yule. Creo que ha llegado el momento de escribir sobre ella.

Antes de entrar en materia, deseo a agradecer a K.L.B. que me propusiera la realización del presente texto: fuiste muy certera al sugerirme que escribiese sobre el tema. Confío en que las siguientes líneas os ayuden a quienes, como tú, sentís interés en el porqué y en el cómo de esta celebración.

Y es que, si nos ceñimos al porqué, habrá quien diga sin pensarlo en exceso "es una celebración eminentemente solsticial". Para estas personas, dejaré a continuación los enlaces a un extenso artículo que escribí hace tiempo en el que analizo mi punto de vista sobre este asunto, es decir, que no se trate de una celebración solsticial:

PARTE I

PARTE II

PARTE III

Y luego vendría el asunto del cómo, y, a poco que indaguéis en la red, descubriréis miles de páginas y blogs que hablan sobre el tema... y cada uno da una información distinta, y en ciertos casos hasta contradictoria. Hay quien propone una sola ceremonia, y hay quien habla de tres días, o doce, o trece; unos clanes honran a Balðr durante este tiempo, y otros a Freyr; hay quien celebra las uniones nupciales durante esta festividad, o quien organiza su þing anual enmarcado en estas fechas. Y, flotando en medio de todo, la ya habitual amalgama de luces, abetos, muérdago, regalos, alcoholes varios, y personajes tan dispares como el demoníaco Krampus o el orondo "Santa Klaus".

Sea como fuere, lo que es indudable es que se trata de una festividad muy importante para el Odinismo. Me dispongo, pues, a añadir mi tenue voz a esta inmensa cacofonía contándoos lo que Yule significa para mí. Huelga decir que quiero evitar la hipocresía de pretender que lo que os voy a contar a continuación sea una especie de "compendio de mínimos" en referencia al Odinismo a nivel mundial: ese barco ya zarpó hace mucho, y, quienes me seguís desde hace tiempo, sabéis que defiendo la independencia de las comunidades religiosas y la generación de tradiciones propias que se adapten a cada grupo, a su particular forma de pensar, de vivir la Fe, así como a sus circunstancias geográficas y personales. Obviamente, tod@s profesamos la misma Fe, y con ese marco como referente, os voy a dar mi versión de la fiesta, adquirida con los años de estudio y comprensión de la Antigua Senda. 

Acercaos, pues, al fuego, niños y niñas, que os voy a contar mi cuento de Yule...



Para empezar, os recordaré que nuestras ceremonias pueden tomar diversas formas, atendiendo a si las celebramos en soledad o en grupo, si lo hacemos en familia o en pareja, en casa o en el campo, etc. Hoy no hablaré sobre las ceremonias que los clanes hagan en su ámbito comunal, pues lógicamente esto depende de su cercanía y disponibilidad de tiempo y medios, y al ser Yule una fiesta de un cariz más familiar, me referiré a esta esfera más íntima de la Fe. De este modo, por poner un ejemplo, mi clan suele festejar una única ceremonia para honrar a l@s Dioses/as y a los espíritus, enmarcada por lo general en un par de días de convivencia y festejos. En cambio, en mi hogar la cosa es diferente, pues yo sigo la corriente que sostiene que Yule consta de TRECE días de duración (en Alemania este período se denomina Weihnachten), y estos días sirven como una especie de barrera entre un año y el siguiente. Por los motivos antes mencionados, no mencionaré ninguna fecha, pues creo que, hasta el momento, el Odinismo actual se ve forzado a enmarcar sus ceremonias tradicionales en ciertas fechas impuestas por un calendario cristiano, pero sí podemos considerar que Yule es el hito en el que se produce la transición entre años, y, por este motivo, podemos decir que es un período en el que se establece nuestro Destino para el año siguiente, determinado por los acontecimientos del anterior. 

La primera noche de Yule suele ser conocida como Noche de la Madre. Para los antiguos Sajones, esta noche sucedía antes del solsticio propiamente dicho, y como habréis intuido por su nombre, es una noche dedicada a Frigg. En ella, la mujer de la casa (si la hubiere) encarna a la Diosa, bendice a los presentes y da inicio a la festividad, ya sea encendiendo el alumbrado de colores, poniendo la última guirnalda al abeto, o simplemente ofreciendo brindis a Frigg y recibiendo las ofrendas familiares. En alguna de las noches siguientes, l@s niñ@s (y no tan niñ@s) de la casa recibirán una visita sobrenatural, que colmará de regalos a quienes hayan sido buenos, pero que también puede castigar a los malos,... La última noche de Yule es la que inicia el nuevo año (hablo de año a nivel espiritual, no del calendario, ya que el año nuevo se inicia, como es normal, el 1 de enero), y es en esta noche donde se forja el  ørlög individual y colectivo para el año próximo (para quienes desconozcan el concepto de ørlög, os invito a ojear este artículo, en el que lo explico al detalle: TERMINOLOGÍA ESCABROSA, PARTE III), y es por ello que es una noche en la que se realizan los juramentos más sagrados de todo el año, ya sea jurando sobre una copa sagrada (bragarfull) o tocando la cabeza del cerdo sacrificial (sonagöltr) -en mi clan no hemos sacrificado nunca un cerdo para Yule, y pido disculpas a quienes se horroricen ante esta práctica, pero es una costumbre que algunos clanes y familias realizan, y por ello he considerado interesante mencionarlo aquí-. Siempre se ha considerado este período como una época de "paz", aunque ya sabéis que los Odinistas no hablamos de paz, sino de equilibrio, y esto se debe a que se trata de una época en la que debe primar la introspección y la alegría, pues en estas fechas suelen suceder cosas extrañas y se pueden recibir mensajes en forma de sueños o señales a las que hay que atender, por lo que sí, es importante evitar conflictos personales que nos impidan atender a lo importante, y tratar de mantener lo que denominamos "la paz de Yule" ( jólafriðr).

Cuando os preguntéis a qué Dios/a debéis honrar en estas fechas, no dudéis de que el más importante es el propio Odín. ¿Cómo puede ser esto, siendo como es un dios de batalla y muerte? Pues así es. No olvidéis que uno de los heitir ("apelativos") de Odín es el de Jólnir: literalmente, es el espíritu de Yule, de esta celebración de cambio de ciclo, de muerte y renacimiento. Durante este período, el Señor de Asgarð sale del salón dorado de Valhalla, montando a su corcel Sleipnir, y seguido por sus fieles Einherjar, los guerreros que componen sus huestes, y acompañado por la diosa Holda, también conocida como Perchte, desciende hasta Midgarð para recorrer los cielos emitiendo terribles gritos de batalla... Esta tradición se ha mantenido hasta la actualidad, a lo largo y ancho del continente Europeo, aunque la gente no suele conectar las leyendas actuales con su origen Germánico: en España, la Cacería Salvaje de Odín dio lugar al mito de la Santa Compaña, leyenda principalmente cantábrica; en Suiza, hay pequeñas aldeas donde en Yule se dejan abiertas la puerta principal y la trasera de las viviendas, para que la Cacería Salvaje atraviese el hogar sin dañar a sus moradores. Para evitar su ira, es tradicional dejar ofrendas, en forma de comida, bebida o regalos, a las afueras de las casas durante todo Yule, bien en el suelo, o bien colgando dichas ofrendas en los árboles cercanos. Y aunque a quienes no son Odinistas esta visión les puede parecer lúgubre y aterradora, no comprenden que la Cacería Salvaje pasa porque al hacerlo deja tras de sí abundancia y fertilidad en los campos: como siempre os digo, en nuestra cosmogonía no existen el bien absoluto ni el absoluto mal, sino que todo tiene una parte luminosa y otra oscura.

Pero claro, ya que Odín toma un papel tan temible, debe haber alguien que nos proteja y nos alegre durante estas celebraciones, ¿y quién puede ser? Pues ni más ni menos que el mismo Señor del Trueno,  Þórr, que en esta época nos visita, con su crespa y rojiza barba, montado en su carro tirado por sus inseparables cabrones, Tanngrísnir y Tangnjóstr, colándose en las casas y dejando regalos... Creo que ya veis de donde viene el mito de Santa Klaus, ¿no? Es por ello que esta fiesta esté muy relacionada, sobre todo en Escandinavia, con la figura de la cabra. Por ejemplo, en Suecia aún hoy es común decorar los árboles de Yule con pequeños adornos que representan a la "cabra de Yule", o Julböcken. Y en Alemania es bien conocida la figura del Krampus, un ser con forma de cabra maligna que secuestra a l@s niñ@s que no se han portado bien, al estilo de un maligno "anti-Klaus". Me consta de clanes en los que algún adulto se disfraza de Krampus y recorre las casas amenazando a los infantes que hayan tenido mal comportamiento durante el año que acaba, pero éstos pueden redimirse enfrentándose al monstruo y mostrándose dignos del favor de Þórr: de esta forma, ya desde bien jóvenes aprenden el valor de la valentía y comprenden que sus actos siempre tienen consecuencias. 



Pero, además de la cabra, hay otra bestia sagrada que tiene gran protagonismo durante estas fechas: el jabalí, como animal sagrado de Freyr, señor de la fertilidad y la luz, y también rey de... los Elfos, exactamente. En algunas zonas del continente, los más jóvenes de un clan se disfrazan de jabalíes y van por las casas regalando espigas de grano bendecidas, que traen prosperidad al nuevo año, y a cambio los moradores les obsequian con dinero, dulces y regalos.

Otro estereotipo de estas fiestas es el hecho de reunirse con la familia en torno a un buen fuego, y sí, esto también tiene un origen pagano, pues, según nuestras creencias, es mejor estar reunidos en un hogar cálido e iluminado cuando se pone el sol...  En las noches de Yule, pululan por el exterior los muertos y fantasmas que se sienten atraídos por la llamada de la Cacería Salvaje, pero que, al no ser dignos de cabalgar junto a Odín, vagan llenos de resentimiento, junto a otros seres espirituales igual de desdichados y peligrosos, como los trolls y los Elfos Negros. Aunque no todos los espíritus que vagan durante las noches de Yule son malignos: los Elfos Oscuros, espíritus familiares atados a algún túmulo o lugar sagrado y encargados de protegerlo (no confundir Elfo Oscuro con Elfo Negro, por favor), se dejan ver en sus moradas, bailando sobre la nieve y festejando, a su manera, la venida de un nuevo año, acercándose a sus familiares vivos y protegiendo a la familia que, durante estas fechas, los recuerdan con amor y los añoran. Pero ¿cómo hacer para mantener a raya a los espíritus malignos sin cerrar la puerta a los espíritus familiares y amistosos? Los clanes islandeses utilizan una ceremonia: durante la Noche de la Madre, la mujer que encarna a Frigg enciende velas en los rincones más oscuros del hogar, abre todas las puertas y ventanas, enciende el fuego y sale al exterior de la casa, donde recita lo siguiente:

Komi þeir sem koma vilja,

Veri þeir sem vera vilja,

Og fari þeir sem fara vilja,

Mér og mínum meinalausu.

Para quienes prefieran el castellano, se podría traducir como "Vengan quienes deseen venir, quédense quienes deseen quedarse, y marchen quienes deseen marcharse, sin daño para mí ni los míos". 

Ya veis que los muertos son, por lo general, bienvenidos en Yule, pero no sólo ellos, sino todos aquellos espíritus familiares y guardianes (como los tomtes, los kóbolds, etc), y estos espíritus también se merecen una ofrenda por cuidar de nosotr@s y nuestras familias durante todo el año, así que para que sigan contentos, no os olvidéis de darles su ofrendas, que os recomiendo sean en forma de dulces, bebidas como el vino especiado o el ponche, o tabaco.

Ahora hablemos de un elemento base en la imaginería de la fiesta: los árboles. Pero en primer lugar no voy a hablar de abetos: a ellos me referiré más adelante, pues hay árboles que son aún más importantes y simbólicos que los propios abetos, como es el caso del manzano. No olvidemos que la bebida típica de Yule es la sidra. Es tradición depositar las sobras de los banquetes de estas fechas junto a estos árboles, lo que garantizará una gran cosecha en el año que está a punto de comenzar. Pero ¿por qué el manzano? Pues porque la manzana es la fruta que representa la inmortalidad y el renacimiento (no os olvidéis de la figura de la Diosa Iðunn durante vuestras ofrendas). 

Antes de seguir repasando la flora típica de Yule, y aprovechando que hemos mencionado la sidra, os contaré que en ciertos lugares se prepara una cerveza muy potente sólo para Yule: una de las cervezas más fuertes del mundo se llama Sanniklaus y tiene 13.5% de alcohol, y sólo se prepara para ser comercializada en Yule. Dichas cervezas tienen un gran poder mágico y se pueden guardar el resto del año para ser utilizadas en ceremonias de Gálðr, Sejðr o videncia rúnica (si no os suenan estos términos, vuelvo a dirigiros a otro artículo bastante antiguo ya que seguro que os ayuda a entender de lo que hablo: HABLEMOS DE MAGIA). 



Pero volvamos al asunto de los árboles. Hay una tradición muy arraigada en algunas partes de Europa que consiste en decorar el interior de las casas con ramas de árboles de hoja perenne. Junto con el manzano, el tejo es otro gran protagonista de Yule, pero dicho esto, debo advertir algo: es mejor no meter sus ramas en casa, porque tanto la corteza como sus bayas y sus hojas son muy venenosas, y deben mantenerse alejadas de niñ@s y animales. Un gran sustituto, bastante más común y conocido, es el muérdago, que tiene un gran potencial simbólico, y que es más seguro que el tejo, aunque sus bayas también sean venenosas,...

Ahora sí, vamos a hablar sobre el famoso abeto, que es utilizado hasta por familias cristianas a lo largo de todo el mundo. El Árbol de Yule es una tradición Germánica continental (y que quede claro que dicha tradición sólo llegó a Escandinavia hace aproximadamente un siglo, al contrario de lo que pueda parecer). En época precristiana, los abetos se dejaban en el exterior, vivos, pero con la cristianización de las tribus Germánicas, llegó la ridiculización de las antiguas tradiciones, y el temor de dejar ofrendas y adornos para honrar a los Dioses y los espíritus a la vista del vecindario, con lo que los árboles eran talados e introducidos en los hogares. Hoy día, el Odinismo prefiere respetar los árboles: si existe la posibilidad de mantener uno vivo en el exterior, es el momento de engalanarlo y darle protagonismo; si no es así, hay muchos modelos de árboles artificiales que podemos adquirir  para meter en casa. La decoración típica puede incluir huesos, piedras talladas con runas, conchas, plumas, cabras hechas de paja o ramitas,... Si sois manitas y se os dan bien las manualidades, podéis recortar en cartón o papel imágenes de cisnes, jabalíes, caballos o pequeños drakkars. Antiguamente, el árbol se iluminaba con velas, pero personalmente recomiendo usar las bonitas ristras de luces eléctricas que se pueden encontrar en cualquier bazar para evitar incendios. En la copa del árbol, hay quien pone un águila (igual que el gran águila que anida en la copa del Yggdrasil), pero puestos a imbuirnos del espíritu de estas fechas, yo os recomiendo poner un dragón o algo similar, para darle un toque más legendario a la decoración típica. Asimismo, la decoración de ruedas solares elaboradas con ramas de pino y piñas también es algo muy tradicional y vistoso.

¿Y qué sucede con los animales domésticos en estas fiestas? En Yule, los perros y gatos deben comer lo mismo que comen las personas, y es tradicional que duerman en el interior de los hogares, pues su presencia suele ahuyentar a los malos espíritus.

Por último, y aunque ya lo hemos mencionado de pasada, el fuego es un elemento muy importante en Yule. En vuestras casas, si no podéis tener una chimenea donde poder quemar el clásico tronco de Yule (un enorme tronco que pueda arder durante toda una noche en los días de las grandes celebraciones), podéis usar velas en su lugar: yo suelo tener una vela encendida continuamente junto al árbol de Yule durante las trece noches que dura Yule, generalmente de color rojo o verde.

Bien, pues creo que con estos datos os he dado una perspectiva ligeramente diferente a lo que podéis encontrar por Internet sobre estas fiestas, y así, os he dado algunos elementos con los cuales enriquecer la visión  que ya tuvieseis de Yule. O, al menos, tal era mi intención... Y, como siempre, si queréis que aclare algún punto, estoy a vuestra disposición en los comentarios. Y, antes de acabar, permitidme desearos a tod@s un feliz Yule y un próspero año nuevo. Pensad que, a pesar de que este año ha resultado pésimo para la Humanidad, eso sólo puede desembocar en que el nuevo año va a ser mejor sin más remedio, así que como suelo decir, lo mejor está por llegar. Reid, disfrutar de la comida y la bebida, pero sobre todo de la cercanía de familiares y amigos (en la medida de vuestras posibilidades y siempre con seguridad, ya sabéis), bailad y recuperad un poco de la ilusión de l@s niñ@s, que estoy seguro que os lo merecéis. En pocos días se tejerá vuestro Destino en el telar de las Nornas, y estoy convencido de que las hebras del 2.021 brillarán como el oro.

¡Mucho ánimo y felicidad! ¡Nos vemos el año que viene!