jueves, 20 de julio de 2017

La verosimilitud de la fe: la "Paradoja Freyfaxi"

     Charlando el otro día con mi Jarl, Kráka, me comentó lo complicado que resultaba argumentar con alguien ajeno a nuestra Fe la fiabilidad de las fuentes históricas en las que nos basamos, pues al parecer no existen textos de autores contemporáneos de nuestros ancestros paganos que resulten objetivos y detallados. Medité profundamente sobre ello, concediendo que así era, en realidad. Pero entonces, ¿cómo estar seguros de que avanzamos por un camino que continúe con la Antigua Senda, y no por uno que sea una versión deformada, o simplemente inventada? Y se dio la casualidad de que, en ese momento, me hallaba enfrascado en el estudio de la Saga de Hrafnkel, dado que se acerca la festividad de Freyfaxi y es en esta saga donde se menciona al célebre caballo. Así, se formó en mi mente una explicación a la cuestión, y decidí llamarla la Paradoja Freyfaxi. La expondré aquí, para que la valoréis vosotr@s mism@s.

Versión manuscrita de la Hrafnkels Saga perteneciente al Sögubók

     Todo el mundo sabe que, aparte de las Eddas, la otra fuente histórica escrita de origen islandés más utilizada en el moderno Odinismo son las sagas. Así pues, las usaremos como ejemplo de fuente histórica. ¿Cómo podríamos medir su "fiabilidad", por llamarlo de un modo simple, en aquellos aspectos susceptibles de ser útiles a nuestras prácticas religiosas, o creencias? Porque, de hecho, la festividad de Freyfaxi debe su nombre a una saga, la Saga de Hrafnkel. ¿Es históricamente correcta dicha saga? Veámoslo:
     En el estudio de las sagas, existen dos corrientes o tendencias principales: la antigua (que denominaremos romántica), que predominó desde el siglo XVIII hasta el segundo tercio del siglo XX, y la moderna (a la que nombraremos como pragmática), que se inició en los años setenta y actualmente es la que más fuerza tiene. Analicemos sus argumentos.
  La tendencia romántica nos explica que las sagas islandesas son historias, que en un principio se transmitían oralmente, y que servían como entretenimiento del pueblo islandés, amante de las historias, pero que a su vez servían para recordar hechos históricos. Según esta tendencia, las sagas se creaban así: una familia se convertía en un elemento importante en su región o en el país entero a causa de sus hazañas, y los escaldos comenzaban a narrar sus historias de forma oral, y es por ello que las sagas contienen elementos de la narración oral, como repeticiones o fórmulas fijas, que servían para ayudar a su memorización. Con el tiempo, a causa de la transmisión oral, se olvidaban partes, se añadían otras, y se cambiaban numerosos detalles, aunque el fondo de la historia se mantenía, y así perduraba durante siglos, manteniendo intacta, entre otros elementos, la exactitud histórica. Un ejemplo: en la Saga de Njal se narra la quema de una casa, indicando dónde estaba exactamente; en los años veinte un equipo de arqueólogos descubrió en aquel lugar los restos de una casa quemada. Aunque el ejemplo indudablemente más famoso es la Saga de Erik el Rojo: en ella hallamos descripciones de asentamientos vikingos en Groenlandia (confirmados con hallazgos arqueológicos), e incluso la descripción geográfica de la costa nordeste de Norteamérica y de sus habitantes indígenas y sus costumbres (como la de dormir bajo una canoa volcada), que a posteriori se confirmaron. Todo ello apunta a la fiabilidad histórica de las sagas. Con ello en mente, leemos en la Saga de Hrafnkel
     Hrafnkel tenía, entre los animales que poseía, uno al que apreciaba más que a cualquier otro. Era un caballo castaño con una franja oscura en el lomo, al que llamaba Freyfaxi. Le había regalado la mitad del caballo a su amigo Frey. Tenía tanto cariño a este caballo, que había hecho juramento de matar al que lo montase sin su permiso.
     Así que llegamos a la conclusión de que, según esta teoría, siendo las sagas un género oral, que, aunque puesto por escrito varios siglos después, mantiene una elevada verosimilitud y fiabilidad históricas, por lo que no nos cabe duda de que existió en Islandia un gódi consagrado a Frey, llamado Hrafnkel, que poseía un caballo llamado Freyfaxi (cuyo nombre significa "Crin de Frey"), y en cuyo honor llamamos así a las celebraciones de inicio de la cosecha. Coherente, ¿no es así?
     Pero hoy día predomina la teoría pragmática, que hace unas décadas puso en evidencia a su predecesora. Según esta corriente, la saga sería un género escrito, y sus autores las habrían creado de un modo similar al proceso de creación de una novela actual. Esta corriente sostiene que las sagas se crearon a causa del interés de los islandeses por la literatura en general y por su historia y cultura ancestrales en particular, siempre al servicio del sentimiento nacionalista y separatista que imperaba en la región en aquel momento a causa de las ansias de anexión que dominaban los reinos de Noruega y Dinamarca. Al ser un país de reciente creación en aquel momento, apenas tenían historia escrita, por lo que dependían de fuentes orales; con el paso del tiempo, combinaron ambas fuentes. De este modo, las sagas narraban las vidas de islandeses notables: solían ser redactadas por monjes o personas relacionadas con monasterios (¡oh sorpresa!), usando fuentes orales y escritas para documentarse, por lo que no serían narraciones orales pasadas a pergaminos, sino obras literarias escritas. Al respecto de su fiabilidad histórica, la teoría pragmática dicta que es relativa, porque los autores se basan en hechos y lugares reales, pero introducen elementos y personajes de ficción para desarrollar su historia, puesto que partimos de la base de que la saga tiene fines literarios, y es por ello que en las sagas se pueden hallar temas y argumentos repetidos. El autor puede inventar personajes y aventuras, pero también los toma prestados de otras sagas. En casos extremos, TODA LA OBRA ES FICCIÓN, como es el caso de... la Saga de Hrafnkel, sí, lo habéis adivinado. En esta saga, tal y como ya demostró hace algunos años Sigurdur Nordal, ni los personajes ni los sucesos narrados pudieron tener lugar, si atendemos a las fuentes históricas de las que disponemos hoy día.  Y entonces ¿cuál sería el propósito de una obra enteramente de ficción? Pues por lo que se sabe, la Saga de Hrafnkel fue posiblemente escrita (o al menos encargada) por un obispo islandés, de nombre Brand Jónsson, que vivió en el siglo XIII: la obra muestra un claro sentido cristiano, así que se trata de pura ficción con fines puramente ejemplarizantes. ¿Cómo puede ser, os preguntareis? Veamos algunos pasajes del texto. En el capítulo 2, se ataca al politeísmo original de Islandia con esta frase:
Hrafnkel no amaba a otro dios sino a Frey.
     De igual modo, había que atacar las antiguas creencias y a sus seguidores, pero sin olvidar que se trataba de un supuesto compatriota; lo observamos en esta frase:
Era un hombre muy injusto, aunque noble.
     La guinda del pastel la encontramos en el momento en que Hrafnkel, habiendo perdido todo y luchando por recuperarse, pierde su fe, y este proceso de catarsis se resume en el siguiente pasaje:
Entonces dijo Hrafnkel: "Me parece que es una tontería creer en los dioses", y añadió que nunca volvería a creer en ellos, y lo cumplió,...
     A partir de su renuncia a la antigua fe de sus antepasados, milagrosamente, todo comienza a irle bien, como apreciamos en los siguientes pasajes:
Consiguió una gran reputación en la comarca.


...Era un hombre mucho más amigable que antes.
     Pero entonces, ¿qué está ocurriendo, nos estamos basando en mentiras que nunca tuvieron lugar? ¿En historias cristianas creadas para adoctrinar? No desesperéis tan pronto. Nosotros, al contrario que las "religiones del libro", no nos basamos únicamente en textos antiguos, del mismo modo que no aceptamos lo que nos indica una fuente sin hacer antes un trabajo de estudio y contrastado de la información. 
     Los festejos a los que llamamos Freyfaxi (conocidos como Loaf-mass en territorio anglosajón, o Lammas en su forma céltica) no son más que la fiesta de inicio de la cosecha, una fiesta tradicional bien documentada. En Islandia, incluso tras la introducción del cristianismo, en estas fechas se celebraban carreras de caballos y peleas de sementales. Aquí tenemos la conexión histórica probada: la cosecha suele estar auspiciada por tres dioses, siendo menos importantes para este evento Thor y su esposa Sif, y siendo Frey la deidad principal. Por otra parte, en los festejos que han perdurado hasta nuestros días, es una celebración marcada por dos elementos principales: trigo y caballos. Dicho lo cual, llegamos por fin a la Paradoja Freyfaxi: sea Freyfaxi un animal real o el invento de un sacerdote, personifica ejemplarmente los elementos básicos de esta fecha. Y no hay falsedad en la celebración, ni tampoco deshonra en el nombre.
     Aún podría daros más muestras de la Paradoja Freyfaxi. Por ejemplo, en algunas zonas de Noruega, al llegar el inicio de la cosecha y sus festejos, se engalana a los caballos con unos curiosos tocados. Observad:

Fuente: Google

     Mucha gente podría pensar que no se trata más que de la exageración extrema de un tópico tan manido y rancio como es el tema de los cascos con cuernos que la cultura pop pretende asignar a los pueblos paganos escandinavos. Pues bien, a continuación os voy a mostrar una sección del grabado contenido en una piedra rúnica, datada por los arqueólogos entre los siglos V y VII de la Era Común, conservada en una iglesia de Häggeby (Suecia):


     ¿Es necesario añadir algo más? 
     Si tuviese que reducir la Paradoja Freyfaxi a unas pocas palabras, la enunciaría así: si algo se puede demostrar con la aportación de varias pruebas derivadas de fuentes fiables, se puede incorporar a nuestra Tradición, aunque estas fuentes sean subjetivas o pretendan dañar la imagen del Paganismo Germánico
     Pues ahí tenéis mi teoría. Por eso es tan importante estudiar mucho sobre nuestro Pueblo y nuestras tradiciones, en diversos campos y disciplinas, para poder separar el grano de la paja, y más en una época como la que vivimos, donde, como suele decirse, la sobreinformación genera desinformación. Y NUNCA JAMÁS temáis estudiar fuentes cristianas, o autores que claramente trataron de atacar nuestras creencias, como Saxo Grammaticus o Adam de Bremen, de cuyos textos hemos aprendido tanto, siempre desde el prisma de nuestra Fe. Y es que en sus ataques nuestra Fe se crece, y medra en esa lucha. Y esto se debe a que nuestra Fe y nuestra Tradición portan la luz de la razón.
     ¡Os veo en el próximo artículo!
     



 

domingo, 9 de julio de 2017

Elaboración de la hidromiel: parte I

     Ya era hora de hablar sobre la hidromiel, ¿verdad? Sé que much@s estáis deseando aprender a elaborar esta bebida, tan sagrada para nuestro Pueblo y con tantas connotaciones religiosas y sociales. Y, por qué no decirlo, ¡tan  deliciosa!
     Al igual que sucede con otras bebidas fermentadas (no destiladas), como el vino, la sidra o la cerveza, hay muchas formas de elaborar una rica hidromiel, tal vez tantas como elaboradores de la misma, puesto que, una vez se dominan los rudimentos de su elaboración, cada persona suele darle su toque personal. Asimismo, hay que tener presente que la hidromiel es una bebida "viva", es decir, que contiene levadura y que, por tanto, puede variar sus propiedades en función de la naturaleza de los ingredientes que utilizamos en el proceso (tipo de agua o de miel, origen de la levadura, o las cantidades de cada ingrediente), y eso nos lleva a que sea complicado saber con exactitud su graduación alcohólica en un momento dado, aunque lo normal es que la cantidad de alcohol de la hidromiel aumente de forma proporcional al tiempo que pasa desde que es envasada, así que es bueno tener presente que una misma tirada de hidromiel tendrá un sabor diferente cuando tiene un mes de maduración al sabor que tendrá seis meses después.
     Estoy fabricando justo ahora una pequeña tirada de hidromiel para la futura festividad de Freyfaxi, así que ilustraré el texto con fotografías que yo mismo he ido tomando del proceso. Quiero reiterar que hay muchísimas formas de hacerla, y yo simplemente voy a contaros mi sistema, así que, una vez  lo dominéis, os animo a experimentar hasta que logréis vuestras recetas favoritas. Al ser un proceso prolongado en el tiempo, he dividido este artículo en varias partes, que iré publicando a la par que elaboro esta tirada de bebida. ¿Estáis list@s? ¡Comencemos!
     AVISO: leed completamente este artículo antes de comenzar la elaboración, para estar seguros de que tenéis listas todas las herramientas y los ingredientes necesarios en la medida adecuada. 
     
     LOS INGREDIENTES
     Para elaborar una sabrosa hidromiel, simplemente necesitamos tres ingredientes, todos muy sencillos de localizar, y que combinaremos de una determinada manera en una proporción dada. Todos los pesos y medidas que os doy son orientativos, así que os recomiendo seguirlos fielmente las primeras veces, y después id probando hasta que deis con la proporción que mejor se amolde a vuestros gustos.
     Como su propio nombre indica, la hidromiel se basa en dos ingredientes principales: agua y miel. ¿Cuál es la proporción adecuada? Para no confundiros al principio usaremos la estándar, que es 1'5 litros de agua por cada 500 gramos de miel


     He comprado un tarro de 1 kg. de miel en una gran superficie. Hay muchos tipos de miel, que varían en función del polen que las abejas utilizaron en la elaboración de la miel, aunque para hacer las primeras pruebas os recomiendo la variedad más común, denominada mil flores. El tipo de miel influirá notablemente en el color, aroma y sabor del producto final, así que cuanto más natural sea la miel, mucho mejor, pero para el primer intento, cualquier miel irá bien, sobre todo si tenemos en cuenta que hablamos de un producto bastante caro (en España, las mieles más baratas rondan los 4'50 euros/kilo). Voy a usar todo el bote, así que, siguiendo la proporción que antes os di, debería usar...


     ...tres litros de agua, en efecto. Si usáis agua embotellada os aseguraréis de la pureza del agua, aunque si disponéis de acceso a un manantial, pues muchísimo mejor.
     Por último, el ingrediente que hace la magia (que aún no vamos a usar pero lo menciono ahora): la levadura.


     Por si nunca habíais visto el aspecto de la levadura, ése es el que tiene. Hay que hacer una precisión muy importante: sólo utilizaremos levadura ORGÁNICA, nunca levadura química (que es la que viene en sobres, en forma de polvo): nuestra levadura orgánica se puede encontrar en muchas grandes superficies, aunque si no conseguís localizarla también podréis pedirla en cualquier obrador de pan, donde suelen tener variedades propias. No necesitamos una gran cantidad: menos de 50 gramos para empezar. Conservadla refrigerada hasta que la utilicéis, ¿de acuerdo?

     ELABORACIÓN DEL MOSTO
     En primer lugar elaboraremos el "mosto", es decir, mezclaremos el agua y la miel en una especie de "sopa". Recordad tener todos los utensilios bien limpios antes de usarlos, por favor: así evitaremos poluciones en el proceso.


     Os presento mi olla, a la que llamo Molly. Sólo la uso para elaborar hidromiel, y ya tiene cerca de ocho años y capacidad para unos 10 litros de mosto, así que es perfecta. Ahora la rellenaremos con el agua.


     Una vez que he vertido en Molly los tres litros de agua, la pondré al fuego y calentaré el agua. Hay que estar pendiente porque el agua debe estar caliente SIN QUE LLEGUE A HERVIR para poder añadir la miel. Dejemos que se caliente.


     Si tapamos el recipiente durante los primeros minutos, ayudaremos a que la temperatura suba más rápidamente, pero no olvidéis ir vigilando el proceso.


     A los pocos minutos, ya empieza a salir vapor y se ven las primeras burbujitas en el fondo de Molly. Aún esperaré un poco más antes de añadir la miel. Recordad: QUE NO HIERVA EL AGUA.


     Cuando la ebullición sea inminente, añadiremos lentamente el contenido del tarro de miel. Tened a mano algo para remover la mezcla, como un cucharón.


     Una vez hayamos vaciado el tarro, comenzaremos a remover de forma constante con el cucharón, hasta lograr una mezcla homogénea. Esto lo haremos SIN APAGAR EL FUEGO, ya que, ahora sí, debemos llevar la mezcla a ebullición. Es importante no parar de remover para evitar que la miel se pegue en el fondo y se queme, así que removed con brío hasta que quede una mezcla uniforme.


     Observaréis que, en el proceso de remover, se formará en la superficie del mosto una película de espuma blanca. Es normal: son las impurezas de la miel, que afloran. No os preocupéis por eso ahora: baste decir que es normal y que es indicativo de que la miel es buena. 


     Como veis en la imagen, por fin el mosto ha comenzado su ebullición. Llegado ese punto, dejad que hierva unos segundos, menos de un minuto, y retirad la olla del fuego. Acto seguido, vamos a retirar la espuma de la superficie. Para ello, podemos utilizar el mismo cucharón con el que antes removimos el mosto.


     Es MUY IMPORTANTE retirar toda la espuma, porque si no, esas impurezas podrían afectar negativamente al posterior proceso de fermentación. Al principio resulta fácil de retirar, pero puede que los últimos restos de espuma resulten algo esquivos. Para solucionar esto, yo uso un pequeño colador metálico con el que es muy sencillo eliminar completamente la espuma restante.


     Una vez hecho esto, el mosto debería quedar como se observa en la siguiente imagen:


     Ahora vamos a dejar reposar un poco el mosto. Para evitar que le entre alguna impureza externa, cubriremos la olla con un trapo de cocina o alguna tela similar (que esté bien limpia), para que permita salir el calor sin generar condensación, motivo por el que no usaremos la tapa de la olla.


     Para el siguiente paso en el proceso de elaboración, necesitamos que nuestro mosto se encuentre a una temperatura aproximada de entre 31ºC y 36ºC, pero debemos dejarlo enfriar a temperatura ambiente, NUNCA aceleraremos el proceso metiendo la olla en el refrigerador, por ejemplo. Paciencia. 

     PREPARACIÓN DEL RECIPIENTE DE FERMENTACIÓN
     Mientras se enfría el mosto, nos aseguraremos de tener un recipiente de fermentación adecuado. ¿Qué quiero decir con lo de adecuado? Pues que no nos basta simplemente con tener un contenedor lo suficientemente grande como para que quepa el líquido, sino que, además, debe contener una válvula que permita escapar del recipiente los gases derivados del proceso de fermentación que va a tener lugar en su interior. Pero no os preocupéis: es muy sencillo elaborar una válvula, y a continuación os voy a mostrar dos maneras de preparar un recipiente de fermentación útil y seguro. Tened presente que la válvula es ABSOLUTAMENTE NECESARIA para evitar la acumulación de gases, que podrían llevar a algún desagradable incidente, que resultaría en un recipiente roto y un montón de hidromiel a medio fermentar ensuciando el suelo...
     Para cantidades pequeñas, como tiradas de unos cuatro litros (que es lo que usualmente elaboro yo), recomiendo comprar una garrafa de agua que tenga una capacidad algo mayor. En el supermercado pueden hallarse garrafas de agua de cinco litros, y hasta de ocho litros en algunos comercios: ambas son ideales.


     Una vez tengamos la garrafa vacía, guardaremos el tapón. Ahora necesitamos un tubo, que saldrá de la garrafa, y por el cual se escapará el gas de la fermentación. En las ferreterías venden un tubo fino y transparente, que se suele usar en el sistema de oxigenación de los acuarios y peceras, y es el que yo uso. Os muestro una fotografía para que os hagáis una idea:


     Una vez tengamos el tubo, que tendrá una longitud aproximada de 50 centímetros, cogeremos el tapón de la garrafa y le practicaremos un agujero, que debe tener una circunferencia igual a la del tubo.


     Ahora pasaremos el tubo por el agujero, y lo sellaremos con algún tipo de pegamento especial para plástico. El adhesivo que usemos debe tener cierta elasticidad para que no se agriete. Aseguraos de sellar perfectamente el agujero con el tubo, ya que esto evitará que entre oxígeno en la mezcla y que ésta se malogre.


     Con esto ya tenemos el sistema de escape de gases. En el otro extremo, la cosa es más sencilla: cogeremos un bote vacío (por ejemplo, el de la miel que hemos usado) con tapa.


     En la tapa haremos otro agujero lo suficientemente ancho como para que pase el tubo, pero en esta ocasión no será necesario sellarlo, ni siquiera que quede ajustado, simplemente es suficiente con que pase.


     Y de este modo, ya tenemos un recipiente para fermentación perfecto. El resultado debería asemejarse a esta imagen:


          Sin embargo, soy consciente de que el proceso de fabricación de este artilugio puede resultar complejo, y que pudiera darse el caso de que no encontraseis alguno de los elementos que lo componen, o que no tengáis tiempo de fabricarlo, o simplemente habilidad para ello. Por ello, os voy a explicar cómo me las ingeniaba yo cuando empecé a elaborar mi propia hidromiel, hará como diez años. En lugar de usar una garrafa, usaremos una botella, ya sea de 1'5 litros o de 2.


     La válvula es una cosa de lo más simple: un globo.


     Una vez llenemos la botella con la mezcla, pondremos el globo en la boca de la botella, del siguiente modo:


          Ahora cogeremos una aguja de coser, y pincharemos el globo por la parte superior, sólo una punzada que atraviese la goma:


     Y listo. Sí, sí, no necesitamos nada más: cuando el proceso de fermentación comience a generar gases, éstos inflarán un poquito el globo, pero al estar pinchado, podrán escaparse de forma continua y evitando así que entre oxígeno. Como veis, bastante más sencillo que el anterior artilugio, pero sólo se puede usar con cantidades muy pequeñas, mientras que la garrafa nos permite elaborar más cantidad. Continuaré la explicación usando, naturalmente, la garrafa, pero deseaba explicar el otro sistema, no por simple menos efectivo.

     ENVASADO Y FERMENTACIÓN
     Bien, daremos por sentado que nuestro mosto ya se encuentra a la temperatura idónea, esto es, entre 31ºC y 36ºC. ¿Por qué esa temperatura? Es la temperatura perfecta para estimular el trabajo de la levadura: si el mosto estuviese más frío, la levadura quedaría "dormida" y no se produciría el proceso químico por el que la levadura transforma los azúcares de la miel en alcohol, echando a perder la mezcla; por otro lado, si estuviese a mayor temperatura de la indicada, la levadura correría el riesgo de "cocerse" y morir, por lo que también se perdería nuestro trabajo.
     Para incorporar la levadura al mosto, la prepararemos del siguiente modo: primero, tomaremos un bol y le añadiremos agua, unos 100 ml..


     Ahora incorporaremos la levadura. ¿Qué cantidad usaremos? Bien, al principio yo solía poner unos 3-4 gramos para una cantidad como la que estamos elaborando, pero me quedaba corto. Ahora suelo poner unos 20-25 gramos: no os preocupéis por la exactitud, pues como ya señalé antes, esto es cuestión de práctica y experimentación. Una vez añadida al agua, procederemos a desleír la levadura en el agua, con ayuda de una cucharilla.


     Procurad que quede bien disuelta, sin grumos, para que haga su trabajo de un modo adecuado. Al final nos quedará una especie de "sopa" blanquecina con olor a moho.


     La levadura, por fin, está preparada para ser incorporada al mosto. Primero, hemos de introducir el mosto en la garrafa. Para ello, podéis ayudaros con un cucharón y con un embudo.


     Y cuando el mosto esté envasado en la garrafa, añadiremos la levadura.


     Listo. Ahora es el momento de nuestra amiga, la levadura. Nosotros intentaremos favorecer su trabajo. Así pues, vamos a tapar la garrafa con nuestro tapón modificado.


     Ahora, cogeremos el otro bote que habíamos reservado, ¿os acordáis? Pues bien, lo llenaremos de agua hasta la mitad, aproximadamente.


     Como se puede apreciar en la imagen, ya sólo nos queda taparlo, y meter el extremo de la goma por el agujero de la tapa. Ya está todo preparado. Ahora es necesario guardar nuestro recipiente de fermentación en algún lugar fresco, seco y alejado de la luz directa del sol. Por ejemplo, yo tengo reservado un rincón en mi alacena.


     Recordad que, mientras dure la fermentación, está desaconsejado mover el recipiente, así que pensad detenidamente dónde lo vais a almacenar, para que no os estorbe.


     Pues listo, ya sólo nos resta esperar a que la levadura haga su trabajo. ¿Cuánto hay que esperar? Yo suelo dejarla fermentar durante 21 días, aunque eso depende de lo activa que se vea. ¿A qué me refiero con eso? Veréis: en cuestión de horas, debería apreciarse en el mosto el inicio del efecto de la levadura, en forma de pequeñas burbujas y en la formación de una película de espuma en la superficie. Asimismo, podréis notar cómo el gas recorre el tubo y sale por el extremo sumergido en el agua en forma de una burbuja que emite un característico sonido de plop. En el momento de mayor actividad de la levadura, como a los diez días de haberla envasado, esos plops pueden llegar a escucharse a intervalos de pocos segundos. Con el paso de los días, los intervalos se espaciarán, hasta que deje de salir gas, momento en que la levadura habrá finalizado su tarea.
     De momento ya no podemos hacer más que esperar. Dentro de 21 días escribiré el siguiente artículo, donde os mostraré el trasiego de la hidromiel a sus recipientes de almacenaje, ¿de acuerdo?
     ¡Os veo en el próximo post!