martes, 9 de septiembre de 2014

REFORZANDO NUESTRA CULTURA, CAPÍTULO 7: "¿Qué pasa con las influencias externas?"

   Bueno, pues tras el paréntesis estival, ya hemos vuelto a la carga. Para no perder el hilo del asunto que nos ocupaba a finales de Julio, continuaré por donde lo dejé entonces, así que hoy, como ya habéis visto en el título de esta entrada, vamos a analizar, siquiera someramente, otro de los puntos a tener en cuenta para fomentar y preservar nuestra cultura ancestral. Éste es también un tema peliagudo: os pido que antes de juzgar, lo leáis con detenimiento. 
   Vaya por delante que no pretendo ni alentar ni dar cobijo a ideas xenófobas. Jamás lo he hecho ni está en mi mente hacerlo en el futuro. Dicho lo cual, comenzaré con el siguiente enunciado: debemos ser rigurosos a la hora de analizar las influencias externas que recibimos como cultura. Siempre he reconocido y alentado la diversidad: supongo que cualquier odinista compartirá conmigo ese pensamiento. Recuerdo el eslogan de la camiseta que un buen amigo me regaló hace muchos años: rezaba en euskera Ezberdinak gara, berdinak gara ("somos diferentes, somos iguales"). Mantener las tradiciones del propio pueblo no hace que reniegues de las demás. Al contrario, debería servir para poner en valor lo enriquecedor que resulta mantener las identidades culturales bien definidas. No es cuestión de quién es mejor, sino de quién es quién. Como en su momento propugnase un zapatista, "queremos un mundo en el que haya muchos mundos". 
   Así pues, podemos entender que la gente es diferente, y eso está bien. No todo vale para todos. Al contrario que la cultura de masas, nosotros vemos en la diversidad algo positivo. Como seres racionales que somos, nos negamos a tragar con que haya algo en este mundo que sea válido para todos los pueblos de igual modo. Ni idioma, ni moda, ni arte, ni ideología. Ni muchísimo menos, religión. 
   Sin embargo, no podemos pretender aislarnos en este mundo hiperconectado, porque tal actitud inmovilista nos dejaría fuera del mundo, anquilosándonos en un reducto irreal creado por nosotros mismos. Lo que pretendo decir es que no vamos a dejar de comer arroz porque sea oriental, ¿verdad? Realmente ridículo. ¿O debo prohibir a mi hijo que lea manga porque es un producto japonés? Muy errada, esa actitud. Sin embargo, sí que hay productos en cualquier medio de comunicación que están destinados a imponernos ciertos cánones estéticos, a dictar normas de comportamiento, a guiar a la masa descerebrada. Fulanita es la más moderna porque lleva el moño que ayer lucía la estrellita de turno. Mengano debe comprar el disco de ese "artista" que ganó el concurso de voz, porque de no hacerlo se condenará al ostracismo y será tachado de "raro" y "antisocial". Tu manera de vestir, actuar y pensar no debería venir dada desde otro lugar que no sea tu propia mente. Piensas lo que quieres, votas a quien deseas y consumes lo que necesitas o te apetece, ni más ni menos. Recordad: la libertad individual es uno de los mayores valores del Ásatrú. 
   En ocasiones, parece que asumimos que lo exótico siempre es lo mejor. Ya hablé más extensamente sobre esto en el artículo anterior a éste, por lo que no voy a repetirme en exceso, pero sí quiero recalcar que ciertas ideas externas a un pueblo pueden entrar en conflicto con las propias de dicho pueblo, y tal confrontación desemboca indefectiblemente en el debilitamiento del citado pueblo. 
   Así pues, cuando os reunáis con vuestro clan, no temáis fomentar los debates internos al respecto del tema, porque comprobaréis que cada individuo tiene una opinión distinta, y ese debate puede enriqueceros de muchas formas. 
   Disfrutad de todo, pero sin menospreciar lo propio. Eso sería el epílogo.
   ¡Nos vemos en el próximo post!

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