viernes, 21 de mayo de 2021

ESPECIAL ANIVERSARIO: Algunos pensamientos sobre el sacerdocio Odinista

 

A finales del presente mes de mayo, este humilde rincón Odinista cumple siete años. Cómo pasa el tiempo,... Y tras este tiempo transcurrido, y después de más de 55.000 visitas (las cuales os agradezco encarecidamente), creo que es bueno detenerse siquiera un instante, echar la vista atrás con el orgullo de ver cómo ha crecido lo que, allá por el 2.014, dio su primer paso vacilante, sin saber si a alguien le podría ser de ayuda lo que tenía la pulsión de compartir; muchos artículos, algunos más exitosos y otros algo menos, pero sobre todo lo que más me animó a continuar fueron las muestras de ánimo y apoyo que me habéis brindado a lo largo de todo este periplo. Las palabras se quedan cortas para poder expresar toda mi gratitud, así que creo que el mejor modo de hacerlo es continuar escribiendo y publicando, con la misma ilusión del primer día.

Pero no es esta la única efeméride que quiero celebrar con el presente artículo, ya que hace poco caí en la cuenta de que llevo ya 20 años ejerciendo de Góði, y eso sí que es un aniversario redondo. Y, precisamente por eso, he creído conveniente hablaros un poquito sobre lo que es la labor sacerdotal en el Odinismo, habida cuenta del interés que suscita la figura del sacerdote entre las nuevas generaciones de Odinistas: saber lo que significa ser Góði, de dónde viene esta figura y cuál es mi visión personal del sacerdocio enmarcado en nuestra Fe. Tal vez, este artículo sea un poco más denso que de costumbre, pero creo que os gustará. Vamos a ello.


Seis años ha de esta foto, en otros lugares, en otro contexto, pero con la misma ilusión entonces que ahora  


El término Góði, en la obra A Concise Dictionary of Old Icelancic, es definido como “sacerdote pagano, jefe”. Podemos encontrar esta palabra en textos tan antiguos como una piedra rúnica hallada en Northuglen (Noruega) y datada en el siglo V de la Era Común, donde puede leerse la palabra GUDIJA, que es la transcripción fonética del término Gótico Gudja, palabra de la que proviene el término Góði, y que también se traduce como “sacerdote”. La palabra Nórdica, que es la que más se ha extendido, tiene el plural Goðar, y el femenino Gyðja (que, a su vez, tiene el plural Gýdjur). Os comento todo esto porque estoy bastante cansado de escuchar a hispanohablantes referirse al plural de la palabra como “godis”, o referirse a una sacerdotisa como “la godi”, y creo que deberíamos usar el lenguaje con propiedad. No quiero decir con esto que todo el mundo debiera saber hablar Norreno, pero al menos sí que deberíamos intentar utilizar bien la terminología cotidiana en la que usemos estas palabras: por ello siempre abogo por castellanizar la terminología Odinista en la medida en que sea posible, y así evitar actitudes pedantes.

Así pues, hablar del Góði actual, o de la figura histórica, es hablar de un sacerdote pagano Germánico-Escandinavo, pero, como siempre sucede, no podemos generalizar un asunto tan complejo, puesto que no todas las tribus Germánicas tenían el mismo concepto del sacerdocio, y sus propios conceptos van evolucionando con el discurrir de los siglos y las circunstancias geográfico-históricas de cada tribu concreta. Por ejemplo, durante la Edad Media, en Islandia y en Noruega los Goðar eran líderes religiosos pero también políticos, aunque en Dinamarca y Suecia parecieron delimitarse al ámbito religioso en exclusiva.

 

ANTES DEL GÓÐI: EL SACERDOCIO GERMÁNICO PRECRISTIANO

Pero antes de hablar del  Góði que tod@s tenemos en mente, debemos remontarnos al antiguo sacerdocio Germánico, para lo cual hemos de remitirnos a textos escritos por los Pueblos que cohabitaron con nuestras tribus, como el famoso Germania de Tácito, donde se nos cuenta que los sacerdotes Germánicos tenían la misión de reunir a la Asamblea, imponer castigos, guardar los símbolos sagrados y los lugares de culto (tales como arboledas sagradas) y, aunque Tácito no lo mencione expresamente, podemos leer entre líneas su conexión con los sacrificios públicos, ya fueran estos de animales o humanos.

El soldado Romano Ammianus Marcellinus, quien vivió en el siglo IV de nuestra Era, escribe en su obra Rerum Gestarum que los Burgundios tenían un “sacerdote jefe”, cuyo cargo era vitalicio. Jordanes, historiador del siglo VI, nos cuenta que los Godos elegían a sus sacerdotes de acuerdo con su nobleza, y el monje Beda el Venerable explica que los sacerdotes de los Anglos no podían llevar armas o montar a lomos de caballos, sino sólo yeguas.

El propio César nos hace ver que el sacerdocio Germánico no estaba tan eficientemente organizado como sí lo estaban los Druidas Celtas: si bien, parece que había cierto grado de organización, bajo la presidencia de un sacerdote “jefe” (de nuevo este término, que no me gusta: Tácito lo escribía como sacerdos civitatis), aunque las dos mayores diferencias con los Druidas serían:

                     Mientras que, en los Germanos, el sacerdote sólo ejecutaba las decisiones de la Asamblea de su tribu, los Druidas tenían en sus manos la administración de justicia.

                     Los sacerdotes Germánicos tenían responsabilidades públicas y estaban atados a su tribu; los Druidas, no.

 

EL GÓÐI  ESCANDINAVO

Los Goðar Nórdicos tenían asignadas unas zonas de influencia, llamadas goðorð, en las cuales desarrollaban sus funciones sacerdotales y sociales. Dichas zonas eran consideradas como posesiones materiales, así que se podían heredar, regalar o compartir. En su propio  goðorð, ya fuese exclusivo o compartido con otros  Goðar, el sacerdote generaba y fomentaba fuertes lazos con la comunidad adscrita a dicha zona, y no sólo oficiando ceremonias, sino también organizando banquetes y concediendo regalos a su gente, porque de esta manera se aseguraba de compartir la riqueza de su  goðorð. Además, el  Góði presidía el Þing, el sagrado Consejo, intermediaba en disputas entre sus seguidores a modo de árbitro o juez, oficiaba ceremonias y realizaba sacrificios para honrar a los Dioses. A cambio, los integrantes de su  goðorð acudían a él buscando protección, consejo o beneficios materiales. Esta preeminente posición se hacía patente en que el  Góði era el guardián del Anillo de los Juramentos, que solía guardarse en un templo y que el  Góði portaba en las Asambleas y ante el que, cualquiera que quisiera intervenir, debía realizar un juramento ritual invocando a Freyr y a Njörðr.

Representación de una ceremonia pagana Nórdica, por J. L. Lund (Fuente: Wikipedia)


Con la llegada del cristianismo en el período de la conversión Islandesa, los  Goðar pudieron retener su poder político y sus funciones de jueces y protectores de sus comunidades, pero perdieron el poder religioso, que les fue arrebatado por los curas cristianos. Pero antes de que Islandia sucumbiera a dicha fe, podemos ver que este rol dual del sacerdote (político y religioso a la vez) venía de muy lejos, ya que, para las antiguas tribus Germánicas, la ley, la sociedad y la religión estaban íntimamente relacionadas y no se podía concebir una sin las otras.

En cualquier caso, es obvio que una de las principales atribuciones del  Góði era mantener su propio templo “privado”, en torno al cual se celebraban las ceremonias religiosas en beneficio de su comunidad. Un ejemplo de esto lo encontramos en la piedra rúnica Glavendrup, en Dinamarca: este monumento, datado en torno al 900-950 de la Era Común, recuerda a un  Góði llamado Alli, “respetado jefe del templo”, y pide a Þórr que santifique estas runas, enfatizando el vínculo entre el dios y dicho sacerdote.

Durante varios siglos, Islandia no fue gobernada por ninguna monarquía, y el mecanismo de gobierno tradicional eran las Asambleas. Durante todo este tiempo, era misión de los  Goðar dirigir las ceremonias estacionales y los ritos de paso de sus comunidades, y también presidir las sagradas Asambleas, adquiriendo así el papel de canal de comunicación entre la comunidad y sus dioses.

Asimismo, también tenemos constancia de la existencia de la versión femenina del sacerdote: la sacerdotisa o Gyðja. Al parecer, ellas enfocaban su labor a realizar ceremonias “privadas”, es decir, en hogares de familias que así lo solicitasen, para llevar a cabo, por ejemplo, ritos de paso familiares o sacrificios puntuales, en oposición al culto público que realizaban sus contrapartidas masculinas.

 

EN RESUMEN...

Tras todo lo expuesto, se puede ver claramente que el sacerdocio, ya fuera el primigenio sacerdocio Germánico o el posterior Escandinavo, era una institución tribal con responsabilidades públicas o comunitarias, como reunir a la Asamblea, mantener los lugares de culto, o impartir justicia.

 

EL GÓÐI HOY

Hasta ahora hemos tratado la figura histórica del sacerdote/sacerdotisa, pero ¿somos lo mismo hoy día que hace mil quinientos años? ¿En que se asemejan nuestras funciones de las de nuestros primigenios predecesores? ¿En qué diferimos? Obviamente, a partir de aquí se perderá la objetividad de lo expuesto, ya que lo que a continuación escribiré es una opinión, y os aseguro que podréis encontrar modos variopintos de ejercer el sacerdocio y, en algunos casos, hasta contradictorios los unos con los otros. Pero ya sabéis que nuestra Fe huye de verdades absolutas, que todo depende de la experiencia vital de cada cual y de sus puntos de vista, y es mi deseo que conozcáis los míos propios.


El sacerdote Hilmar Orn Hilmarsson oficia una ceremonia en Reykjavik (Islandia) en 2.012 (Fuente: El País)


1.                  El Góði / la Gyðja de una comunidad determinada es, por encima de cualquier otra consideración, EL LÍDER ESPIRITUAL de dicha comunidad, con la inmensa responsabilidad que tal tarea conlleva. Pero recordad que el sacerdote o sacerdotisa lo son porque SU COMUNIDAD ASÍ LOS RECONOCEN: sin comunidad, no hay sacerdocio. Si alguien dice ser sacerdote, pero no tiene a su lado individuos que lo respalden, entonces no es nada, y coincidiréis conmigo si atendemos a las diferentes labores sacerdotales (porque esto de ser sacerdote o sacerdotisa es algo dinámico e implica un compromiso, no vale con decir “lo soy” y ya está), labores que ahora explicaré, si acaso de forma superficial.

2.                  El Góði / la Gyðja tienen la sagrada labor de COMPARTIR SUS CONOCIMIENTOS CON SU COMUNIDAD. Esto incluye resolver dudas sobre las Eddas o las Sagas, poder explicar conceptos cotidianos como la muerte o nuestro concepto cíclico del tiempo, aconsejar siempre que alguien lo solicite, etc. Pero no sólo es esto, puesto que hoy día esta labor de compartir conocimientos puede hacerse mediante la música o los podcasts, así como mediante la escritura, ya sea ficción, ensayo,... o un humilde blog.

3.                  Si estamos de acuerdo en que El Góði / la Gyðja son líderes espirituales y deben compartir su saber, entonces es obvio que deben, en primer lugar, TENER LOS CONOCIMIENTOS (el estudio de nuestra Fe nunca acaba), y, en segundo lugar, deben SER CAPACES DE APLICARLOS, y esto se logra con dosis de liderazgo, mucha empatía y y cierta habilidad de comunicación.

4.                  Ya que son los transmisores de nuestros valores ancestrales y nuestras creencias, El Góði / la Gyðja tienen la obligación de EDUCAR A SU COMUNIDAD, del modo que consideren más oportuno. El orgullo de quienes ejercemos el sacerdocio es tener a nuestro alrededor gente instruida en materia espiritual que hayan aprendido gracias a nuestra labor. El buen hacer de un sacerdote o sacerdotisa se mide por los conocimientos que posea el individuo más ignorante de su comunidad.

5.                  Parecerá una perogrullada, pero El Góði / la Gyðja deben PROMOVER LA POTENCIA ESPIRITUAL DE SU COMUNIDAD, mediante el oficio de las ceremonias estacionales y los ritos de paso, pero también animando a su gente a tener un altar doméstico cuidado y atendido, y ayudándoles a confeccionar sus ceremonias y ofrendas privadas, o enseñando a los más pequeños oraciones para que aprendan a hablar con los Dioses con respeto y confianza, ya que una comunidad activa espiritualmente es una comunidad con una hamingja poderosa (para saber lo que significa este término, os paso el enlace a un artículo donde lo expliqué: pinchad aquí), y eso repercute en las vidas de todos los individuos de una forma positiva, como un escudo espiritual ante las entidades malvadas.

6.                  Aún se mantienen ciertas atribuciones de juez en el cargo de sacerdote, por lo cual El Góði / la Gyðja tienen el deber de OFRECER GUÍA Y CONSEJO ANTE POSIBLES CONFLICTOS INTERNOS, dando siempre el punto de vista que refleje nuestros valores tradicionales y nuestra concepción vital, y buscando la reconciliación entre l@s implicad@s para evitar la disgregación de su comunidad, siendo (en la medida de sus posibilidades) ecuánimes en sus consejos y evitando tomar partido por uno de los bandos en conflicto.

7.                  Una importante tarea es la de MANTENER LAS ZONAS DE CULTO, ya sea un templo, un local (en el caso de clanes urbanitas) o cualesquiera zonas de culto que sean utilizadas por la comunidad, aunque, en esta tarea, El Góði / la Gyðja deberían ser ayudados por todos los participantes en las ceremonias, y por lo general esto sucede así, pero no veo mal el recordarlo.

8.                  Como ya hemos señalado a lo largo del artículo, el sacerdocio era institución no sólo religiosa, sino también política y económica. Por ello, es bueno señalar que, en el mundo actual, LAS FACETAS POLÍTICA Y ECONÓMICA DEL SACERDOCIO ESTÁN OBSOLETAS. El Góði / la Gyðja ni pueden ni deben entrometerse en las opiniones políticas de su comunidad, ni tampoco en la administración de las finanzas de cada individuo: lo que prima en la relación del sacerdote o sacerdotisa con su gente es la confianza y la máxima de la libertad individual, que es irrenunciable: si se pierden cualquiera de las dos, la comunidad está abocada al fracaso, y con ella su guía espiritual.

9.                  Naturalmente, una labor que aún se mantiene es el deber de CONVOCAR Y PRESIDIR EL ÞING, sacralizándolo de un modo adecuado, asegurándose de que las personas que intervengan lo hacen de buena fe, sin animosidad entre ellos y tomando los juramentos que se requieran, si fuese preciso.

 

Bueno, espero haberos enseñado algunas cosas sobre nuestro sacerdocio, o al menos sobre cómo lo entiendo y lo vivo yo. Como siempre, espero vuestros comentarios, dudas, o lo que se os ofrezca. ¡Mil gracias por seguir visitando este blog!

 

NOTA: Este artículo está dedicado con cariño para Hrafna Hrafnhófði Gúnnarsson. La gente como tú está forjando el Odinismo que viene: nunca te rindas, Cabeza de Cuervo.

lunes, 10 de mayo de 2021

El caso (aún más extraño) de un nombre sin historia

Este artículo podría considerarse una continuación del anterior, o, cuando menos, bebe de las mismas fuentes y tiene una temática similar. Os dejaré a continuación el enlace del susodicho, por si no lo habéis leído aún: (pinchad aquí)

¿Os habéis puesto en antecedentes ya? Bien. Hoy vamos a estudiar otro caso similar al de Njörun, aunque aún más críptico: cuando estuvimos revisando aquel þula contenido en el Skáldskaparmál, mencioné dos nombres, y como ya hemos investigado la figura de Njörun, nos queda el otro nombre, Ilmr.

Y es que el caso de Ilmr es aún más desconcertante, porque, fuera del Skáldskaparmál, no se la menciona nunca. ¿Qué pasó con ella? Si Snorri la menciona, sin duda era una figura importante, o al menos lo fue en algún momento, ya que podría darse el caso de que el propio Snorri no tuviese muy clara la figura de Ilmr ya en siglo XIII. Así las cosas, mi curiosidad se había desatado, y me puse a investigar. ¿Pero por dónde se podría buscar algo de luz sobre este asunto, si sólo tenemos el nombre? Sólo podía ir en una dirección, así que me convertí en un intrépido turista en el vasto reino de la Filología.

La mayoría de estudiosos ni siquiera hablaban de Ilmr, pero la primera mención de interés que encontré fue por parte de Jacob Grimm (1), quien ya se fijó en la escasez de datos de los que se disponía sobre Ilmr. Grimm comenta que Ilmr, un nombre femenino, debía estar relacionado con el sustantivo masculino en lengua Nórdica Ilmr, literalmente “dulce aroma”; con el trascurrir de las décadas, al parecer esta tesis cogió fuerza en el mundo académico. Lo que ocurre es que dicha denominación, Dulce Aroma o La del Dulce Aroma, resultaría un curioso nombre para una Diosa Germánica, y lo digo porque ninguna otra -que conozcamos- posee un nombre que haga referencia a su olor, o a cualquier otra cualidad sensorial. Sin embargo, es conveniente señalar algo: aunque aceptemos esta supuesta relación etimológica, si lo vemos desde el prisma de la morfología entenderemos que son dos sustantivos completamente diferentes. Fijáos:

                     Ilmr (nombre propio, femenino) – Acusativo Ilmi, Genitivo Ilmar

                     ilmr (sustantivo masculino) – Acusativo ilm, Genitivo ilms

Ya veis que, salvo por una coincidencia fonética, ambas palabras no tienen mucho en común.

Ilmr (fuente: Berloga-Workshop)


Como ya he comentado hace unas cuantas líneas, fuera de las Eddas no existen referencias explícitas a Ilmr, pero se da la circunstancia de que encontramos dicho nombre en algunos poemas escáldicos, donde Ilmr se usa como parte de algunos kennings, los cuales siempre significan “mujer”. Curioso, ¿verdad? Veamos algunos ejemplos:

                     Ilmr sörva: “Ilmr de los collares”

                     Ilmr erma: “Ilmr de las mangas”

                Ilmr unnar dags: “Ilmr del día de la ola” (que significa “Ilmr del oro”. Cuando dicen que algunos kennings son muy rebuscados no lo dicen a la ligera,...)

De momento, gracias a Snorri tenemos a Ilmr como diosa, y gracias a la poesía escáldica de los siglos XI-XII vemos que dicho nombre es eminentemente femenino.

Alguien más contemporáneo a nosotras, el doctor Joseph Hopkins (2), propone que, tal vez, estemos hablando de una Valquiria en lugar de una Diosa propiamente dicha. Pero ¿qué sentido tendría que una Valquiria tuviese un nombre que hace referencia, según Grimm, a su buen olor? En este punto, me hallaba desconcertado, pero entonces tuve en cuenta dos datos que podrían dar sentido a todo esto:

1.                  No siempre hay que distinguir entre Diosa o Valquiria, porque tenemos varios casos de Diosas que, de hecho, son a un tiempo Diosas y Valquirias, como Eir, Skulð o Þrúðr.

2.                  Si pensamos en la etimología del nombre de Eir, por ejemplo, vemos que puede significar cosas como “clemencia” o “ayuda”, que son términos bastante apropiados para una Diosa de la salud, aún cuando dicha diosa es también... una Valquiria, y que conste que tiene todo el sentido, pues ella también decide quién vive y quién muere.

Así pues, podría ser que Ilmr fuese una Diosa, o puede que un ser de menor entidad, como una Valquiria, o ambas cosas a la vez: en cualquier caso, creo que es incuestionable su cariz “sobrenatural”.

Pero tal vez la visión más interesante, a mi modo de ver, sobre Ilmr, nos la aporte el islandés Ásgeir Blöndal Magnússon (3): este caballero aventura una posible conexión etimológica entre el nombre de Ilmr y el sustantivo en Nórdico almr (“olmo”), por lo que ve en ella una especie de “Diosa del Olmo” o “Diosa de los Árboles”, y esto es muy interesante porque daría una respuesta al porqué de la poca información que nos queda de Ilmr. Voy a intentar explicarlo sin demasiadas florituras: la mención a Ilmr que dio origen a esta investigación proviene de un texto islandés... y si lo pensáis, Islandia no es conocida por sus bosques, precisamente. De hecho, no hay muchos árboles en la gran isla. Sin embargo, cuando se inició la colonización de Islandia, sí que los había. Mientras transcurría la Edad Media, dichos bosques fueron talados para facilitar la ganadería extensiva, principalmente la cría de ovejas, puesto que en aquel tiempo la lana era un bien más preciado que la madera. Y claro, al desaparecer la flora, el uso de los nombres y denominaciones de los diferentes árboles deja de usarse y se vuelve borroso y confuso de manera paulatina. Por poner un ejemplo que ilustre este proceso: la palabra Nórdica eik, que significa “roble”, es un préstamo del Inglés oak, pero en Nórdico Antiguo dicho sustantivo hace referencia a cualquier clase de árbol, no solo al roble.

El caso es que, si aceptamos el supuesto de que Ilmr fuese realmente una Diosa y además una Valquiria, esta asociación con el olmo si cobraría sentido, si lo vemos desde la perspectiva folklorista, pues el Pueblo Germánico siempre ha visto al olmo como un árbol traicionero y hostil (hay multitud de leyendas que lo atestiguan), y muy asociado con el concepto de la muerte (desde la Edad Media, la madera de olmo se empleaba en la confección de ataúdes, y solían plantarse olmos en los cementerios). Y esto me parece más cercano a la figura de una Valquiria que aquello del “Dulce Aroma” que nos propuso Grimm, pero obviamente esto es una simple opinión, porque con Ilmr no hay ninguna certeza.

Y, tras todo esto, compartiré con vosotras algunas reflexiones a modo de conclusión de estos dos artículos. Ya sea la teoría de la hermana-esposa de Njörðr en el caso de Njörun, ya sea la teoría de la “valquiria olmo” en el caso de Ilmr, lo único cierto es... que no tenemos certezas. De Njörun apenas nos queda una cierta idea general de su adhesión a la tribu de los Vanir, y de Ilmr sólo tenemos su nombre, sexo y el concepto de su rol “sobrenatural”. Nada más. Pero esto es, precisamente, lo que he pretendido reflejar en ambos artículos: y es que, en ocasiones, que una investigación no nos aporte respuestas (es decir, que resulte en principio fallida, o infructuosa) no quiere decir que sea un motivo de frustración, pues la propia investigación y todo lo investigado siempre nos lleva a aprender algo nuevo, o a iniciar nuevos estudios. Y es que lo importante del camino no es la meta: es el propio camino.

¡Nos vemos en el próximo artículo!

 

 

 

 

(1)               Grimm, Jacob: Deutsche Mythologie (1.888)

(2)               Hopkins, Joseph: Goddesses Unknown: on the apparent Old Norse Goddess Ilmr

(3)               Blöndal Magnússon, Ásgeir: Íslensk Orðsifjabók (1.989) 

lunes, 26 de abril de 2021

El extraño caso de la Diosa sin nombre y del nombre sin Diosa

 En mi continuo estudio de la Antigua Fe, en ocasiones me encuentro con casos singulares que espolean mi imaginación y que, cuanto más profundizo en el misterio, más preguntas me surgen. Esto, lejos de frustrarme, me anima a continuar con el estudio, pues me demuestra el arduo trabajo que aún tenemos por delante si pretendemos hacer una reconstrucción fidedigna de nuestro milenario sistema de creencias.

En esta ocasión, revisaba el Skáldskaparmál, la segunda parte de la Edda Prosaica, que se trata de una ayuda para poetas, donde encontramos series de kenningar (perífrasis) y heitir (sinónimos) de lugares, personas y objetos, así como algunos þulur o listados muy interesantes. Encontré uno donde se mencionan el nombre de, teóricamente, todas las diosas. El texto dice así:

 

Ahora serán nombradas todas las ásynjur (diosas):

Frigg y Freyja,

Full y Snotra,

Gerðr y Gefjun,

Gná, Lofn, Skaði,

Jörð e Iðunn,

Ilmr, Bil, Njörun.

 

Hlín y Nanna,

Hnoss, Rindr y Sjöfn,

Sól y Sága,

Sign y Vör.

Ahora serán nombradas

Vár y Syn,

pero Þrúðr y Rán

serán enumeradas junto a ellas.

 

Pues bien, me encontraba revisando los casi 30 nombres de Diosas, donde hallamos algunos muy conocidos, otros algo menos, cuando me asaltó la siguiente cuestión: ¿quiénes son Ilmr y Njörun? No conocía casi nada de ambas Diosas, así que me dispuse a investigar un poco y saciar mi curiosidad. La investigación sobre Ilmr da para otro artículo, así que hoy me voy a centrar en Njörun.

Se da una circunstancia particular sobre esta Diosa, y es que de ella sólo conocemos el nombre, que aparece mencionado en algunos poemas escáldicos, en un kening en el Alvíssmál y en el listado que ya habéis leído. Y lo más extraño es que los académicos actuales no le han prestado ninguna atención, y casi nadie la incluye en el panteón Germánico. Curioso, ¿verdad?

El primer estudio sobre este tema que encontré versaba sobre la etimología del nombre de Njörun, que ya se investigó a mediados del siglo XIX, y más tarde, el propio Jan de Vries,  reputado filólogo y folclorista, propuso que el nombre provendría de la raíz neru-, un posible nombre para una antigua deidad Germánica de la tierra, es decir, la Nerþus de la que escribió Tácito en su Germania y que identificó con el concepto de Terra Mater. Es curioso que el nombre de esa diosa, Nerþus, se considere una derivación del proto-Germánico Nerþuz, del que también derivaría el nombre de Njörðr. La escritora Britt-Mari Näsström (1) propone que Njörun pudiera ser la forma femenina de Njörðr. Así pues, parece que hay cierto consenso en relacionar los nombres de Njörun y Njörðr, y ambos con el término Nerþuz.

Acudí entonces a los textos clásicos, para buscar alguna pista más, y encontré otra curiosidad: en el capítulo 4 de la Ynglingasaga, Snorri nos cuenta que, antes de aparecer los Æsir, Njörðr estaba casado con su propia hermana, y de cuya unión nacieron Freyr y Freyja. ¿Pero quién era su hermana? Asimismo, esta unión entre hermanos se vuelve a mencionar en el Lokassena, en el verso 36, donde Lóki ataca a Njörðr con el argumento del incesto. ¿Podría ser Njörun la hermana-esposa de Njörðr? Si así fuera, al menos ya podríamos encuadrarla en la tribu de los Vanir.


 The Lovesickness of Frey (1908), por W. G. Collingwood

En el verso 63 del Skáldskaparmál, se usa el nombre de Njörun en el siguiente kenning: draum-Njörun, “sueño de Njörun”, como metáfora para la noche, pero en el texto no se explica el porqué de semejante asociación. Y parece ser que esto era todo lo que Snorri sabía sobre ella.

Ahora bien, lo que ya hemos leído nos permite algo de análisis. Aunque no conocemos las fuentes orales de las que disponía Snorri en su época, Anthony Faulkes (2) cree que Snorri sabía de Njörðr lo que aprendió en un poema hoy perdido, pero el asunto de su boda con Skáði enturbia lo que se menciona en el Lokassena sobre su relación incestuosa: este supuesto poema perdido contendría mucha información sobre Njörðr y su hermana-esposa, aunque en el tiempo de Snorri las tradiciones sobre Njörðr se centraban principalmente en su papel de rehén en la guerra Æsir-Vanir y su posterior boda con Skáði.

Es por esto que encontramos gran confusión y abundantes contradicciones en las fuentes de las cuales disponemos, aunque tal vez haya cierto consenso a la hora de definir a Njörun como una miembro de la tribu de los Vanir: a partir de aquí, todo se vuelve bastante confuso. Pondremos un ejemplo: la Ynglingasága relata que Freyja y Freyr nacieron antes de la boda entre Njörðr y Skáði y después de la guerra Æsir-Vanir; pero en el Gylfaginning, Snorri cuenta que, tras su divorcio de Skáði, Njörðr tuvo sus dos hijos. Y el Lokasenna termina de liarlo todo aún más, pues ahí leemos que Lóki asegura que Freyr nació cuando Njörðr vivía entre los Æsir. No hay forma de reconciliar tales contradicciones, por lo que me asalta la pregunta ¿por qué se producen? El investigador Joseph Hopkins (3)  nos plantea la posibilidad de que se traten de diferentes desarrollos regionales, causados por la distancia entre comunidades y el paso del tiempo.

Ya a finales del siglo XIX, los académicos se planteaban el cambio de género que se produjo desde la Nerþus Germánica al Njörðr Escandinavo, pero Näsström nos propone una teoría más interesante: ¿qué tal si Njörðr no cambió nunca de sexo, y resulta que a Nerþus se la conocía en el Norte como Njörun?

A pesar de todas las dificultades que existen en esta investigación, con el material del que disponemos y mediante el método deductivo creo que podemos sacar algunas conclusiones fiables. Por ejemplo: si atendemos al Skírnismál y a a la Ynglingasága, y damos por sentado que Freyr y Freyja nacieron entre los Vanir, puede que la hermana de Njörðr no fuese aceptada en la tribu de los Æsir, así que aún permanecería en Vanaheim hasta que llegue el Ragnarök, y entretanto, Njörðr se habría unido a los Æsir y se habría casado con Skáði. Así, Njörun quedaría fuera de las leyes de los Æsir, es decir, del orden cósmico, y aunque puede que tuviese algún papel en dicho orden, hoy día lo desconocemos, pues su figura quedó eclipsada por la de Skáði.

Huelga decir que, a lo largo de todo el artículo, he dado por supuesto que el nombre de Njörun se asocia a la figura de la desconocida esposa-hermana de Njörðr, y es que me pareció realmente notable, al inicio de la investigación, que una figura tan relevante como la hermana de un dios tan poderoso no tuviese nombre, sobre todo si tenemos en cuenta que disponemos de un corpus mitológico bastante “neurótico” en lo que se refiere a dar nombre a todos los seres y objetos; a esto le añadimos el nombre de Njörun, que es el caso contrario, es decir que se trata de un nombre sin una historia detrás, y que, a poco de empezar a indagar, me lleva hasta la Germánica Nerþus, y como veis me pareció un estudio apasionante y decidí compartirlo con vosotr@s. Aún nos queda analizar el caso de Ilmr, pero eso será en el próximo artículo.

¡Hasta entonces!

 

 

 

 

(1)               Näsström, B.: Freyja: The Great Goddess of the North, 1.995

(2)               Faulkes, A.: Edda: Skáldskaparmál, 2.005

(3)               Hopkins, J.: Goddesses Unknown: Njörun and the sister-wife of Njörðr

 

lunes, 12 de abril de 2021

Pálnatóki: la pervivencia del mito

 

Hace ya algunos años, decidí que sería provechoso escribir un artículo sobre el asunto que hoy os presento, y os diré por qué: se suele hablar mucho sobre las relaciones e influencias de determinados sistemas de creencias sobre otros, y el Odinismo no es una excepción. Y, aunque puede que algún día escriba algo sobre la influencia judeocristiana sobre algunos elementos de nuestra Fe  (que sería otro de esos artículos que me granjean enormes simpatías entre algunas personas, ya sabéis), hoy me voy a centrar en algo que está presente en cualquier religión y que, aunque nace en el seno de una cultura determinada, puede llegar a trascender y escaparse de su marco histórico-geográfico inicial: me refiero al mito.

¿A qué denominamos mito? Esta palabra viene del griego μūθoς, y significa “relato” o “cuento”. El mito siempre se refiere a un hecho excepcional , o a un conjunto de hechos prodigiosos, cuyos personajes son igualmente excepcionales en algún sentido. Dicho relato forma parte del acervo cultural/religioso del Pueblo en el cual surge, y suele tener una intención ejemplarizante (una forma de explicar las consecuencias de tal o cual comportamiento, o de ensalzar la conducta ejemplar), aunque en ocasiones el mito busca dar explicación a ciertos fenómenos o sucesos que no se puedan explicar de otro modo.

Ahora que hemos definido el mito, yo os planteo la cuestión que me motivó a escribir estas líneas: ¿puede algún mito Germánico pagano haber llegado a nuestros días, aunque haya evolucionado con el correr de los siglos? Indudablemente, la respuesta es sí, y tenemos muchos ejemplos de dicha pervivencia, algunos más obvios que otros, pero para ejemplificar esta idea he escogido un mito que os sonará a tod@s, un personaje conocido por gente de todas las edades, al que se le han dedicado canciones, películas, series animadas y un largo etcétera. Efectivamente, me estoy refiriendo a la figura de… Pálnatóki.

¿Pero cómo que no os suena? Venga, haced memoria. ¿No caéis en quién es? Bueno, os voy a dar algunos datos biográficos sobre este señor, para ver si consigo refrescaros la memoria.

Aunque en Norreno se le conoce como Pálnatóki (que se podría traducir como Tóki el Arquero), también recibe otros nombres, como Palnatoke o Tord Palnasson. Por los datos que sobre él han llegado a nuestros días, sabemos que nació en torno al 970 de nuestra era en la isla de Fionia (Dinamarca). Su padre, el Jarl Pallig Tokesson, le inculcó un profundo fervor por la Antigua Fe. Pálnatóki llegó a ser tutor del rey Svend I de Dinamarca, hijo de Harald Blåtand. Y aunque desconozco la fecha y las circunstancias de su muerte, dichos datos no son relevantes en esta exposición, ya que nos interesan mucho más sus acciones en vida.

Imagino que, aun con estos datos en mente, la figura de Pálnatóki sigue sin deciros nada, ¿verdad? Bueno, entonces os voy a contar con un poco más de detenimiento un par de pasajes de su vida, y a ver si así os refresco la memoria.

Una de las cosas por las que aún recordamos a Pálnatóki es porque, según nos cuenta la Saga Jomsvikinga, fue él quien fundó la hermandad mercenaria conocida como los Jomsvikingos, y quien instituyó y redactó sus leyes. Si no conocéis a los Jomsvikingos, os recomiendo que investiguéis sobre el tema porque es apasionante; de todas formas, me gustaría escribir sobre ellos en alguna ocasión, así que si queréis que lo haga, dejaos caer por los comentarios y me lo decís.

La segunda acción notable de Pálnatóki es que se le atribuye la muerte del rey Harald Blåtand (conocido en lengua castellana como Harald Dienteazul, cuyas iniciales en rúnico forman el símbolo de la tecnología bluetooth), mediante un flechazo certero. Al parecer, el abuelo de Pálnatóki, el Jarl Ottar, fue asesinado por Harald cuando éste invadió Götaland. Si a esto le sumamos que Harald fue un gran impulsor del cristianismo (o, más bien, de una suerte de sincretismo, aunque eso lo dejaré para otro momento) y que Pálnatóki era un pagano convencido, puede entenderse el odio que albergaba Pálnatóki contra el rey Harald, y que cristalizó cuando se convirtió en tutor de Svend Barba Ahorquillada, el propio hijo de Harald, a quien convenció para declarar la guerra contra su padre, recibiendo el mismo Pálnatóki la orden de ejecutar a Harald, y que, como ya sabemos, cumplió con eficiencia y (me imagino) con sumo placer.


Pálnatóki se prepara para matar al rey Harald Dienteazul, por Jenny Nyström (1895). Fuente: Wikipedia


Y estos dos hitos vitales, la fundación de los Jomsvikingos y el asesinato de Harald Dienteazul, aunque nos demuestran la sagacidad, la valentía y la ambición de Pálnatóki, no son precisamente los motivos de la fama de este arquero. ¿Y si os dijera que, si os cuento una anécdota de Pálnatóki, de repente sabréis quién es? Seguid leyendo, y ya veréis.

Según leemos en el Gesta Danorum (la historia de los reyes daneses escrita en el siglo XII por el monje Saxo Grammaticus), en cierta ocasión, el rey Harald pretende castigar y humillar a Pálnatóki por su negativa a convertirse al cristianismo, y le ordena que dispare una flecha a una manzana depositada sobre la cabeza de su hijo, mientras el chiquillo corría por una pendiente cuesta abajo. Como no podía ser de otro modo, Pálnatóki hace honor a su fama de buen arquero: dispara y da en el blanco, pero entonces Harald observa que Tóki guardaba otra flecha en la mano, y le pregunta por qué. El arquero responde: si hubiese errado el disparo, esta flecha era para ti.


Pálnatóki, por SparklinBurgndy. Fuente: DeviantArt


¡Por fin! Ahora sí que lo habréis recordado con total seguridad, ¿a que sí? Sólo que, hoy día, no lo conocemos con ese nombre, sino como… Agilaz, un personaje de la Þiðrekssaga. ¿No? ¿Tal vez como Guillermo de Cloudesley, de la famosa balada inglesa? ¿Quizás como Hemming Wolf, en la zona de Holstein? ¿O podría sonaros más con el nombre del héroe mítico más famoso de Suiza: Guillermo Tell? Vaya, ha costado pero al fin nos entendemos.

Al margen de bromas, ya veis que el tema del arquero y la manzana es recurrente a lo largo de los siglos en muchos territorios donde se asentaron tribus  Germánicas en algún momento de la Historia, aunque cambien tanto el nombre del héroe como sus circunstancias. Algo tiene esta historia que nos apasiona, el hombre justo que es forzado por un poderoso tirano a realizar un acto que parece imposible y que pone en riesgo lo más valioso, y el héroe cumple con su destino logrando la hazaña y frustrando las intenciones del malvado. Algo que inspira y que divierte, y que nos transmite una serie de valores ancestrales.

¿Hubo otro arquero infalible antes de Pálnatóki, tal vez en algún relato Indoeuropeo? No puedo afirmarlo ni desmentirlo, aunque parecería plausible. Lo que sí es cierto es que os he mostrado cómo el mito puede resistir el paso del tiempo y transmitirse de generación en generación, ignorando espacio y tiempo. Creedme cuando os digo que aún persisten muchos mitos de nuestro Pueblo, y es responsabilidad nuestra identificarlos y transmitirlos, como hemos hecho hoy con Pálnatóki, el primigenio Guillermo Tell.

¡Nos vemos en el próximo artículo!

lunes, 11 de enero de 2021

De panteones interesados, poetas tramposos y una cosa que se llama “henoteísmo”

 Vamos a empezar esta alocada década de los años veinte con uno de esos artículos que levantan ampollas entre quienes no gustan de complicarse la vida. En realidad, hoy había planeado escribir un artículo sobre los cambios religiosos que tuvieron lugar entre las tribus Germánicas durante la Era de las Migraciones y la Era Vikinga, para mostrar la evolución de la Antigua Fe a lo largo de dichos periodos, pero mientras me documentaba sucedió, como a veces ocurre que, entre la madeja de datos, hallé algunos hilos muy llamativos de los que podía tirar, y que discurrían de forma paralela a mi propuesta original, y pensé: bueno, puedo hablar sobre ello, pero buscando el enfoque actual, y, de repente, algo se iluminó en mi mente, y decidí rehacer el artículo, para escribir sobre un fenómeno que se da en nuestros días y que, por desgracia, es más que común. Enseguida sabréis a lo que me refiero.

Mucha gente con inquietudes espirituales se acerca al Odinismo con curiosidad e interés; pero, cuando empiezan a buscar material de estudio, una miríada de voces les sugieren estudiar las Eddas de Snorri Sturlusson. Y es entonces cuando, sin tener claro el contexto histórico del autor, ni la intencionalidad del texto (que la tiene), se leen aquello y empiezan a tener la idea de que el corpus de creencias Odinistas se halla en dichas obras: si lo preferís, para decirlo de otro modo y salvando las distancias, comienzan a ver en las Eddas una especie de “biblia Nórdica”. Y es por eso que escribo estas líneas: yo propongo huir de semejante simplificación. Cuando llevas estudiando tu Fe durante muchos años, y compruebas que este comportamiento está más que extendido y aceptado (y, en algunos casos, hasta alentado), puedes plantearte lo siguiente: ¿de verdad hay tantas personas que reducen nuestra Fe a esto, a creer que todas las tribus Germánico-Escandinavas creían en un Panteón conformado por dos familias (Æsir y Vanir), viviendo juntas en Asgarđ bajo el mandato de Odín? ¿O pensar que todos los guerreros van al Valhalla cuando mueren?

Pues hoy tengo intención de invalidar esa idea. Y paso a explicar por qué.



Retrato de Snorri Sturlusson (Fuente: Wikipedia)

Hoy día hay ciertos autores (1) que ven el proceso de evolución religiosa desde un prisma diferente. Es cierto que las tribus Germánicas compartían conceptos espirituales y tenían un vocabulario cultural común, pero la Antigua Senda no se puede comparar, por ejemplo, al Islam o al Budismo, ya que cada tribu era ferozmente independiente y no se pretendía homogeneizar dichas tribus bajo un elemento “aglutinante” como la religión, pues no había un líder religioso supremo ni dogmas que defender; así pues, en lugar de pensar en un único cuerpo de creencias, se debería hablar de algo así como una serie de “sistemas religiosos”, independientes entre sí pero con una raíz común y numerosos elementos idénticos (y, de hecho, desde hace unos años se empieza a hablar de religiones Germánicas). La prueba de esto la tenemos en que las creencias y su práctica religiosa varían en el tiempo y el espacio, amoldándose al entorno y las prácticas sociales, dependiendo de si la gente vivía en la montaña o el prado, en la costa o en el bosque, si eran agricultores, guerreros o cazadores, y del contacto que tuvieran con otros Pueblos vecinos.

De este modo, al igual que sucede con las leyendas populares, los mitos Germánicos también varían en su forma, que no en su fondo. Pondré algunos ejemplos:

·         la pertenencia de Skiđbláđnir a Odín o a Freyr;

·         la pertenencia del traje de pájaro a Freya o a Frigg;

·         la diosa más cercana a Odín, ya sea Frigg, Sága, Freya, Skáđi, etc.

Otro elemento que influye en esta mutabilidad de los mitos (y esto le va a escocer a algun@s) es la fluidez del intercambio cultural entre varias tribus Germánicas y sus vecinos, como los Celtas, los Sami, las tribus bálticas, Roma, Bizancio o el Imperio Carolingio. Así pues, en lo que respecta a la religión, no es fácil hablar de fronteras. Y este difuminado en el aspecto social también se aplica a los períodos históricos. Voy a tratar de explicarme: por ejemplo, aunque los petroglifos de la Era del Bronce en Escandinavia cesan abruptamente en la Era del Hierro Celta (500-350 A.E.C.), las imágenes del Sol y del barco como motivos religiosos sobreviven más de un milenio después.

Aparte de lo que hemos señalado hasta ahora, conviene incidir en un hecho que influye en el devenir del sentimiento religioso de nuestros ancestros. Y es que, en torno al año 500 A.E.C. (la fecha es meramente orientativa) se produjo un gran cambio en las creencias religiosas de los habitantes del Sur de Escandinavia. Esta evidencia comienza a ser ampliamente aceptada en los círculos académicos. Sea lo que sea lo que provocó dicho cambio, llevó a una reducción en las ofrendas de armas, joyas y alimentos que se realizaban en lagos, pantanos o a las afueras de asentamientos, y a un crecimiento en la “centralización” del culto, principalmente en torno a edificaciones controladas por una nueva generación de gobernantes/sacerdotes: las ofrendas, ahora, se solían depositar en torno a los salones destinados al culto. Curiosamente, este cambio coincide con un aumento de los conceptos patriarcales en la sociedad Germánica, y por tanto, un énfasis en la importancia de los Dioses varones asociados a la guerra, y una progresiva reducción en la importancia de las deidades protectoras femeninas asociadas a la fertilidad y a los espacios naturales con gran presencia acuática, como los mencionados lagos o pantanos. Dicho cambio de paradigma coincide con el desarrollo de una nueva élite militar aristocrática en el Sur de Escandinavia, con crecientes ambiciones nacionalistas que sobrepasaban el concepto de familia, clan o tribu, y unos nuevos gobernantes que pretendían perpetuar su poder incluso cuando no estuviesen físicamente presentes.



Cimientos de un templo dedicado a Thor y Odín en Noruega, datado en torno al siglo V (fuente: Archaeology News Network)


Esto debe llevarnos a sacar algunas lecciones de imperios como el Bizantino, o de religiones con vocación universalista como el cristianismo, que resuelven este asunto deificando a sus gobernantes. Y, claro, a poco que tengamos todo lo expuesto hasta ahora en cuenta, hay buenas razones para cuestionar la visión cosmológica presentada por Snorri.

El académico Terry Gunnell (2) planteó argumentos de que no hay evidencias suficientes para pensar que la mayoría de la población de la Escandinavia precristiana viesen a Odín como el dios más importante, porque el material arqueológico y toponímico apunta más bien a Þórr o a Freyr, dependiendo del lugar. Y, precisamente por eso, pienso que la visión del panteón que Snorri recoge habría sido conservada y transmitida por los escaldos, que eran el vehículo de la información de su época y que, no lo olvidemos, estaban al servicio de los gobernantes. En otras palabras, lo que yo entiendo es lo siguiente: los gobernantes pagan a los escaldos para extender y fomentar una determinada visión del panteón que fuese favorable a sus intereses terrenales, y que, a imagen y semejanza de los imperios vecinos, pretendía unificar las creencias de todo el territorio, presentando una visión de unos Dioses que conviven en un Asgarð “olimpizado”, bajo el mandato del cacique supremo, Odín.

Ahora bien, ¿querría esto decir que la población sólo adoraba a determinadas deidades en función de su lugar de residencia, estatus u oficio? Del mismo modo que sería ingenuo no creer que la gente no conocía a la mayoría de Dioses y Diosas, también lo sería el pensar que todas las deidades vivían juntas en una gran familia, como los mitos grecolatinos. Hay autores, como Philip Shaw (3), que sugieren que hay motivos para ver a ciertos Dioses asociados a una tribu, un área o un clan concretos, así como a una clase social determinada, y dichas deidades eran adoradas con múltiples propósitos. Si esto fuera así, los dioses predominantes para un pescador Sueco serían diferentes que los de un cazador Noruego, aunque ambos probablemente conocerían a los mismos Dioses y Diosas.

Pensemos ahora en la idea de “familia” de los Æsir que nos transmite Snorri. En realidad, en sus textos apenas se nos muestra como un clan unido, salvo en el Grímnismál, el Völuspá, el Lokasenna y el Þrymskvída: en el resto de textos, los Dioses aparecen llevando sus propias vidas privadas y gestionando sus propios intereses. Es más: podemos afirmar que los Dioses raramente trabajan juntos, salvo contadas excepciones en las que se reúnen dos o tres con algún objetivo común. Y es que, si nos ponemos a revisar los textos desde ese prisma, hasta el mismo Ragnarök parece algo desestructurado (y casi diría que forzado), Donde algunos Dioses mueren, otros se retiran y algunas deidades, como Freya, ni siquiera aparecen.

Llegados, pues, a este punto, casi que nos podríamos preguntar si todos nuestros mitos provienen del mismo entorno cultural, o por qué hallamos diferentes mitos en entornos distintos, donde los guerreros siguen el mito Odínico de grupos jerárquicos que se reúnen, festejan y combaten, mientras que la mayoría del pueblo, que vive en entornos rurales, cultivan los mitos centrados en, por ejemplo, Freyr y Þórr.

Pero es que aún podríamos rizar el rizo. Supongamos que aceptamos esta premisa, y demos por válido que, en lugares como Islandia o el Oeste de Noruega, existían unos mitos centrados en Þórr como señor supremo del resto de Dioses: estos mitos deberían explicar el origen del mundo y la Humanidad en términos referidos a Þórr. Pero entonces ¿qué pasó con esos mitos? Vamos a pensar en Þórr por un momento: mata gigantes con su martillo, cierto, pero a la vez dicho martillo consagra, ya sean runas, un sacrificio o un lugar determinado; también se le asocia a árboles, playas y cursos de agua (esto lo sabemos gracias a la toponimia); y también vemos que, en las historias de Þórr hay una patente ausencia de otros Dioses, lo que nos habla de su nula dependencia de otras fuerzas, y podemos entender que sus habilidades y funciones son muchas y muy variadas, dominando el aire o el rayo del mismo modo que el ganado, y siendo invocado tanto para proteger a viajeros como para consagrar un matrimonio. Es un gran protector, y los Islandeses paganos usaron su figura para oponerse a los misioneros cristianos (y por eso hoy muchísimos Odinistas llevan al cuello precisamente un Mjölnir, y no otro símbolo).

He puesto como ejemplo a Þórr por ser el más obvio, pero podría hacer lo mismo, por ejemplo, con Freyr: señor de las cosechas, del matrimonio, de la paz, señor supremo de los Elfos, supuesto ancestro del linaje de los Ynglingos y de la tribu de los Ingvaeones. ¿Sucedería lo mismo con otros Dioses, como Týr, Njörð o Ullr?

Debemos reconocer algo: nuestra visión actual de los Dioses está bastante predeterminada por los escritos de autores como Snorri Sturlusson, o Adán de Bremen, y por los estudios de académicos como Dumézil. Pero la verdad es que no existía una rigidez en las clases sociales de la Escandinavia precristiana, como en ocasiones parece que estos autores se empeñan en presuponer, ni en las profesiones ni en el rol social de cada individuo (por ejemplo, un granjero podía hacer las veces de jefe tribal, sacerdote o juez, en función del momento y las necesidades de su comunidad). Y ese es el motivo de que nuestros Dioses y Diosas sean tan polifacéticos. Y esa, la causa de que muchos autores (y yo mismo) ya no se refieran a la antigua religión Germánica como “politeísmo”, sino que se empieza a hablar del término “henoteísmo”, un curioso palabro que define a una creencia religiosa con multitud de Dioses, en la que el fiel decide a cuántos de dichos dioses adora.

Exactamente lo que ocurría en la sociedad Germánica precristiana.

Y exactamente como lo hacemos hoy en día, pensadlo: en nuestras familias y clanes, cada núcleo religioso suele adorar a los Dioses y Diosas que más tengan que ver con su lugar de residencia, o con las profesiones de sus integrantes, y el/la sacerdote/sacerdotisa de la comunidad, aunque conozca casi todo el panteón, tenderá a enfocar sus ceremonias a unos Dioses concretos.

Nada nuevo bajo el Sol. Pero, en ocasiones, obviamos lo que tenemos delante precisamente porque se trata de una actitud cotidiana, y me llamó mucho la atención que, sin pretenderlo, siguiésemos emulando a nuestros ancestros en este aspecto, lo que me hace pensar que el Odinismo, como religión que pretende reconstruir la Antigua Fe Germánica, sigue avanzando de forma positiva. Vamos, que algo estamos haciendo bien... aunque sea de forma inconsciente.

En fin, me pareció algo interesante que contaros, ya me diréis si os ha resultado entretenida su lectura (4).

¡Nos vemos en el siguiente artículo!





(1): Thomas A. DuBois, Nordic Religions in the Viking Age, 1.999

(2): Terry Gunnell, How High Was the High One? The Roles of Oðinn and Þórr in Pre-Christian Icelandic Society , 2.018

(3): Philip Shaw, Pagan Goddesses in the Germanic World: Eostre, Hreda and the Cult of Matrons, 2.011

(4): Si deseáis ampliar información, os recomiendo la lectura del artículo que dio pie a este texto: Terry Gunnell, Pantheon? What Pantheon? Concepts of a Family of Gods in Pre-Christian Scandinavian Religions, 2.015