Hace ya algunos años, decidí que sería provechoso escribir
un artículo sobre el asunto que hoy os presento, y os diré por qué: se suele
hablar mucho sobre las relaciones e influencias de determinados sistemas de
creencias sobre otros, y el Odinismo no es una excepción. Y, aunque puede que
algún día escriba algo sobre la influencia judeocristiana sobre algunos
elementos de nuestra Fe (que sería otro
de esos artículos que me granjean enormes simpatías entre algunas personas, ya
sabéis), hoy me voy a centrar en algo que está presente en cualquier religión y
que, aunque nace en el seno de una cultura determinada, puede llegar a
trascender y escaparse de su marco histórico-geográfico inicial: me refiero al mito.
¿A qué denominamos mito? Esta palabra viene del griego μūθoς, y significa “relato” o “cuento”. El
mito siempre se refiere a un hecho excepcional , o a un conjunto de hechos
prodigiosos, cuyos personajes son igualmente excepcionales en algún sentido.
Dicho relato forma parte del acervo cultural/religioso del Pueblo en el cual
surge, y suele tener una intención ejemplarizante (una forma de explicar las
consecuencias de tal o cual comportamiento, o de ensalzar la conducta
ejemplar), aunque en ocasiones el mito busca dar explicación a ciertos
fenómenos o sucesos que no se puedan explicar de otro modo.
Ahora que hemos definido el mito, yo os planteo la cuestión que me
motivó a escribir estas líneas: ¿puede algún mito Germánico pagano haber
llegado a nuestros días, aunque haya evolucionado con el correr de los siglos?
Indudablemente, la respuesta es sí, y tenemos muchos ejemplos de dicha
pervivencia, algunos más obvios que otros, pero para ejemplificar esta idea he
escogido un mito que os sonará a tod@s, un personaje conocido por gente de
todas las edades, al que se le han dedicado canciones, películas, series
animadas y un largo etcétera. Efectivamente, me estoy refiriendo a la figura de…
Pálnatóki.
¿Pero cómo que no os suena? Venga, haced memoria. ¿No caéis en
quién es? Bueno, os voy a dar algunos datos biográficos sobre este señor, para
ver si consigo refrescaros la memoria.
Aunque en Norreno se le conoce como Pálnatóki (que se podría
traducir como Tóki el Arquero),
también recibe otros nombres, como Palnatoke o Tord Palnasson. Por los datos
que sobre él han llegado a nuestros días, sabemos que nació en torno al 970 de
nuestra era en la isla de Fionia (Dinamarca). Su padre, el Jarl Pallig
Tokesson, le inculcó un profundo fervor por la Antigua Fe. Pálnatóki llegó a
ser tutor del rey Svend I de Dinamarca, hijo de Harald Blåtand. Y aunque
desconozco la fecha y las circunstancias de su muerte, dichos datos no son
relevantes en esta exposición, ya que nos interesan mucho más sus acciones en
vida.
Imagino que, aun con estos datos en mente, la figura de Pálnatóki
sigue sin deciros nada, ¿verdad? Bueno, entonces os voy a contar con un poco
más de detenimiento un par de pasajes de su vida, y a ver si así os refresco la
memoria.
Una de las cosas por las que aún recordamos a Pálnatóki es porque,
según nos cuenta la Saga Jomsvikinga,
fue él quien fundó la hermandad mercenaria conocida como los Jomsvikingos, y
quien instituyó y redactó sus leyes. Si no conocéis a los Jomsvikingos, os
recomiendo que investiguéis sobre el tema porque es apasionante; de todas
formas, me gustaría escribir sobre ellos en alguna ocasión, así que si queréis
que lo haga, dejaos caer por los comentarios y me lo decís.
La segunda acción notable de Pálnatóki es que se le atribuye la
muerte del rey Harald Blåtand (conocido en lengua castellana como Harald Dienteazul, cuyas iniciales en rúnico
forman el símbolo de la tecnología bluetooth),
mediante un flechazo certero. Al parecer, el abuelo de Pálnatóki, el Jarl Ottar,
fue asesinado por Harald cuando éste invadió Götaland. Si a esto le sumamos que
Harald fue un gran impulsor del cristianismo (o, más bien, de una suerte de
sincretismo, aunque eso lo dejaré para otro momento) y que Pálnatóki era un
pagano convencido, puede entenderse el odio que albergaba Pálnatóki contra el
rey Harald, y que cristalizó cuando se convirtió en tutor de Svend Barba Ahorquillada, el propio hijo de
Harald, a quien convenció para declarar la guerra contra su padre, recibiendo
el mismo Pálnatóki la orden de ejecutar a Harald, y que, como ya sabemos,
cumplió con eficiencia y (me imagino) con sumo placer.
Y estos dos hitos vitales, la fundación de los Jomsvikingos y el
asesinato de Harald Dienteazul,
aunque nos demuestran la sagacidad, la valentía y la ambición de Pálnatóki, no
son precisamente los motivos de la fama de este arquero. ¿Y si os dijera que,
si os cuento una anécdota de Pálnatóki, de repente sabréis quién es? Seguid
leyendo, y ya veréis.
Según leemos en el Gesta
Danorum (la historia de los reyes daneses escrita en el siglo XII por el
monje Saxo Grammaticus), en cierta ocasión, el rey Harald pretende castigar y
humillar a Pálnatóki por su negativa a convertirse al cristianismo, y le ordena
que dispare una flecha a una manzana depositada sobre la cabeza de su hijo,
mientras el chiquillo corría por una pendiente cuesta abajo. Como no podía ser
de otro modo, Pálnatóki hace honor a su fama de buen arquero: dispara y da en
el blanco, pero entonces Harald observa que Tóki guardaba otra flecha en la
mano, y le pregunta por qué. El arquero responde: si hubiese errado el disparo, esta flecha era para ti.
¡Por fin! Ahora sí que lo habréis recordado con total seguridad,
¿a que sí? Sólo que, hoy día, no lo conocemos con ese nombre, sino como…
Agilaz, un personaje de la Þiðrekssaga.
¿No? ¿Tal vez como Guillermo de Cloudesley, de la famosa balada inglesa?
¿Quizás como Hemming Wolf, en la zona de Holstein? ¿O podría sonaros más con el
nombre del héroe mítico más famoso de Suiza: Guillermo Tell? Vaya, ha costado
pero al fin nos entendemos.
Al margen de bromas, ya veis que el tema del arquero y la manzana
es recurrente a lo largo de los siglos en muchos territorios donde se asentaron
tribus Germánicas en algún momento de la
Historia, aunque cambien tanto el nombre del héroe como sus circunstancias.
Algo tiene esta historia que nos apasiona, el hombre justo que es forzado por
un poderoso tirano a realizar un acto que parece imposible y que pone en riesgo
lo más valioso, y el héroe cumple con su destino logrando la hazaña y
frustrando las intenciones del malvado. Algo que inspira y que divierte, y que
nos transmite una serie de valores ancestrales.
¿Hubo otro arquero infalible antes de Pálnatóki, tal vez en algún
relato Indoeuropeo? No puedo afirmarlo ni desmentirlo, aunque parecería
plausible. Lo que sí es cierto es que os he mostrado cómo el mito puede
resistir el paso del tiempo y transmitirse de generación en generación,
ignorando espacio y tiempo. Creedme cuando os digo que aún persisten muchos
mitos de nuestro Pueblo, y es responsabilidad nuestra identificarlos y
transmitirlos, como hemos hecho hoy con Pálnatóki, el primigenio Guillermo
Tell.
¡Nos vemos en el próximo artículo!
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