A finales del presente mes de mayo, este humilde rincón
Odinista cumple siete años. Cómo pasa el tiempo,... Y tras este tiempo
transcurrido, y después de más de 55.000 visitas (las cuales os agradezco
encarecidamente), creo que es bueno detenerse siquiera un instante, echar la
vista atrás con el orgullo de ver cómo ha crecido lo que, allá por el 2.014,
dio su primer paso vacilante, sin saber si a alguien le podría ser de ayuda lo
que tenía la pulsión de compartir; muchos artículos, algunos más exitosos y
otros algo menos, pero sobre todo lo que más me animó a continuar fueron las
muestras de ánimo y apoyo que me habéis brindado a lo largo de todo este
periplo. Las palabras se quedan cortas para poder expresar toda mi gratitud,
así que creo que el mejor modo de hacerlo es continuar escribiendo y
publicando, con la misma ilusión del primer día.
Pero no es esta la única efeméride que quiero celebrar con el
presente artículo, ya que hace poco caí en la cuenta de que llevo ya 20 años
ejerciendo de Góði, y eso sí que es un aniversario redondo. Y,
precisamente por eso, he creído conveniente hablaros un poquito sobre lo que es
la labor sacerdotal en el Odinismo, habida cuenta del interés que suscita la
figura del sacerdote entre las nuevas generaciones de Odinistas: saber lo que
significa ser Góði, de dónde viene esta figura y cuál es mi visión
personal del sacerdocio enmarcado en nuestra Fe. Tal vez, este artículo
sea un poco más denso que de costumbre, pero creo que os gustará. Vamos a ello.
El término Góði, en la obra A Concise Dictionary of
Old Icelancic, es definido como “sacerdote pagano, jefe”. Podemos encontrar
esta palabra en textos tan antiguos como una piedra rúnica hallada en Northuglen
(Noruega) y datada en el siglo V de la Era Común, donde puede leerse la palabra
GUDIJA, que es la transcripción fonética del término Gótico Gudja,
palabra de la que proviene el término Góði, y que también se traduce
como “sacerdote”. La palabra Nórdica, que es la que más se ha extendido, tiene
el plural Goðar, y el femenino Gyðja (que, a su vez, tiene el
plural Gýdjur). Os comento todo esto porque estoy bastante cansado de
escuchar a hispanohablantes referirse al plural de la palabra como “godis”, o
referirse a una sacerdotisa como “la godi”, y creo que deberíamos usar el
lenguaje con propiedad. No quiero decir con esto que todo el mundo debiera
saber hablar Norreno, pero al menos sí que deberíamos intentar utilizar bien la
terminología cotidiana en la que usemos estas palabras: por ello siempre abogo
por castellanizar la terminología Odinista en la medida en que sea posible, y
así evitar actitudes pedantes.
Así pues, hablar del Góði actual, o de la figura
histórica, es hablar de un sacerdote pagano Germánico-Escandinavo, pero, como
siempre sucede, no podemos generalizar un asunto tan complejo, puesto que no
todas las tribus Germánicas tenían el mismo concepto del sacerdocio, y sus
propios conceptos van evolucionando con el discurrir de los siglos y las circunstancias
geográfico-históricas de cada tribu concreta. Por ejemplo, durante la Edad
Media, en Islandia y en Noruega los Goðar eran líderes religiosos pero
también políticos, aunque en Dinamarca y Suecia parecieron delimitarse al
ámbito religioso en exclusiva.
ANTES DEL GÓÐI: EL SACERDOCIO GERMÁNICO
PRECRISTIANO
Pero antes de hablar del
Góði que tod@s tenemos en mente,
debemos remontarnos al antiguo sacerdocio Germánico, para lo cual hemos de
remitirnos a textos escritos por los Pueblos que cohabitaron con nuestras
tribus, como el famoso Germania de Tácito, donde se nos cuenta que los
sacerdotes Germánicos tenían la misión de reunir a la Asamblea, imponer
castigos, guardar los símbolos sagrados y los lugares de culto (tales como
arboledas sagradas) y, aunque Tácito no lo mencione expresamente, podemos leer
entre líneas su conexión con los sacrificios públicos, ya fueran estos de
animales o humanos.
El soldado Romano Ammianus Marcellinus, quien vivió en el
siglo IV de nuestra Era, escribe en su obra Rerum Gestarum que los
Burgundios tenían un “sacerdote jefe”, cuyo cargo era vitalicio. Jordanes,
historiador del siglo VI, nos cuenta que los Godos elegían a sus sacerdotes de
acuerdo con su nobleza, y el monje Beda el Venerable explica que los sacerdotes
de los Anglos no podían llevar armas o montar a lomos de caballos, sino sólo
yeguas.
El propio César nos hace ver que el sacerdocio Germánico no
estaba tan eficientemente organizado como sí lo estaban los Druidas Celtas: si
bien, parece que había cierto grado de organización, bajo la presidencia de un
sacerdote “jefe” (de nuevo este término, que no me gusta: Tácito lo escribía
como sacerdos civitatis), aunque las dos mayores diferencias con los
Druidas serían:
•
Mientras que, en los Germanos, el sacerdote sólo
ejecutaba las decisiones de la Asamblea de su tribu, los Druidas tenían en sus
manos la administración de justicia.
•
Los sacerdotes Germánicos tenían
responsabilidades públicas y estaban atados a su tribu; los Druidas, no.
EL GÓÐI ESCANDINAVO
Los Goðar Nórdicos tenían asignadas unas zonas de
influencia, llamadas goðorð, en las cuales desarrollaban sus funciones
sacerdotales y sociales. Dichas zonas eran consideradas como posesiones
materiales, así que se podían heredar, regalar o compartir. En su propio goðorð, ya fuese exclusivo o
compartido con otros Goðar, el
sacerdote generaba y fomentaba fuertes lazos con la comunidad adscrita a dicha
zona, y no sólo oficiando ceremonias, sino también organizando banquetes y
concediendo regalos a su gente, porque de esta manera se aseguraba de compartir
la riqueza de su goðorð. Además,
el Góði presidía el Þing,
el sagrado Consejo, intermediaba en disputas entre sus seguidores a modo de
árbitro o juez, oficiaba ceremonias y realizaba sacrificios para honrar a los Dioses.
A cambio, los integrantes de su goðorð
acudían a él buscando protección, consejo o beneficios materiales. Esta
preeminente posición se hacía patente en que el
Góði era el guardián del Anillo de los Juramentos, que solía
guardarse en un templo y que el Góði
portaba en las Asambleas y ante el que, cualquiera que quisiera intervenir,
debía realizar un juramento ritual invocando a Freyr y a Njörðr.
Con la llegada del cristianismo en el período de la
conversión Islandesa, los Goðar pudieron
retener su poder político y sus funciones de jueces y protectores de sus
comunidades, pero perdieron el poder religioso, que les fue arrebatado por los
curas cristianos. Pero antes de que Islandia sucumbiera a dicha fe, podemos ver
que este rol dual del sacerdote (político y religioso a la vez) venía de muy
lejos, ya que, para las antiguas tribus Germánicas, la ley, la sociedad y la
religión estaban íntimamente relacionadas y no se podía concebir una sin las
otras.
En cualquier caso, es obvio que una de las principales
atribuciones del Góði era
mantener su propio templo “privado”, en torno al cual se celebraban las
ceremonias religiosas en beneficio de su comunidad. Un ejemplo de esto lo
encontramos en la piedra rúnica Glavendrup, en Dinamarca: este monumento, datado
en torno al 900-950 de la Era Común, recuerda a un Góði llamado Alli, “respetado jefe del
templo”, y pide a Þórr que santifique estas runas, enfatizando el vínculo entre
el dios y dicho sacerdote.
Durante varios siglos, Islandia no fue gobernada por ninguna
monarquía, y el mecanismo de gobierno tradicional eran las Asambleas. Durante
todo este tiempo, era misión de los Goðar
dirigir las ceremonias estacionales y los ritos de paso de sus comunidades,
y también presidir las sagradas Asambleas, adquiriendo así el papel de canal de
comunicación entre la comunidad y sus dioses.
Asimismo, también tenemos constancia de la existencia de la
versión femenina del sacerdote: la sacerdotisa o Gyðja. Al parecer,
ellas enfocaban su labor a realizar ceremonias “privadas”, es decir, en hogares
de familias que así lo solicitasen, para llevar a cabo, por ejemplo, ritos de
paso familiares o sacrificios puntuales, en oposición al culto público que
realizaban sus contrapartidas masculinas.
EN RESUMEN...
Tras todo lo expuesto, se puede ver claramente que el
sacerdocio, ya fuera el primigenio sacerdocio Germánico o el posterior
Escandinavo, era una institución tribal con responsabilidades públicas o
comunitarias, como reunir a la Asamblea, mantener los lugares de culto, o
impartir justicia.
EL GÓÐI HOY
Hasta ahora hemos tratado la figura histórica del
sacerdote/sacerdotisa, pero ¿somos lo mismo hoy día que hace mil quinientos
años? ¿En que se asemejan nuestras funciones de las de nuestros primigenios
predecesores? ¿En qué diferimos? Obviamente, a partir de aquí se perderá la
objetividad de lo expuesto, ya que lo que a continuación escribiré es una
opinión, y os aseguro que podréis encontrar modos variopintos de ejercer el
sacerdocio y, en algunos casos, hasta contradictorios los unos con los otros.
Pero ya sabéis que nuestra Fe huye de verdades absolutas, que todo depende de
la experiencia vital de cada cual y de sus puntos de vista, y es mi deseo que
conozcáis los míos propios.
1.
El Góði / la Gyðja de una
comunidad determinada es, por encima de cualquier otra consideración, EL LÍDER
ESPIRITUAL de dicha comunidad, con la inmensa responsabilidad que tal tarea
conlleva. Pero recordad que el sacerdote o sacerdotisa lo son porque SU
COMUNIDAD ASÍ LOS RECONOCEN: sin comunidad, no hay sacerdocio. Si alguien dice
ser sacerdote, pero no tiene a su lado individuos que lo respalden, entonces no
es nada, y coincidiréis conmigo si atendemos a las diferentes labores
sacerdotales (porque esto de ser sacerdote o sacerdotisa es algo dinámico e
implica un compromiso, no vale con decir “lo soy” y ya está), labores que ahora
explicaré, si acaso de forma superficial.
2.
El Góði / la Gyðja tienen la
sagrada labor de COMPARTIR SUS CONOCIMIENTOS CON SU COMUNIDAD. Esto incluye
resolver dudas sobre las Eddas o las Sagas, poder explicar conceptos cotidianos
como la muerte o nuestro concepto cíclico del tiempo, aconsejar siempre que
alguien lo solicite, etc. Pero no sólo es esto, puesto que hoy día esta labor
de compartir conocimientos puede hacerse mediante la música o los podcasts,
así como mediante la escritura, ya sea ficción, ensayo,... o un humilde blog.
3.
Si estamos de acuerdo en que El Góði / la
Gyðja son líderes espirituales y deben compartir su saber, entonces es
obvio que deben, en primer lugar, TENER LOS CONOCIMIENTOS (el estudio de
nuestra Fe nunca acaba), y, en segundo lugar, deben SER CAPACES DE APLICARLOS,
y esto se logra con dosis de liderazgo, mucha empatía y y cierta habilidad de
comunicación.
4.
Ya que son los transmisores de nuestros valores
ancestrales y nuestras creencias, El Góði / la Gyðja tienen la
obligación de EDUCAR A SU COMUNIDAD, del modo que consideren más oportuno. El
orgullo de quienes ejercemos el sacerdocio es tener a nuestro alrededor gente
instruida en materia espiritual que hayan aprendido gracias a nuestra labor. El
buen hacer de un sacerdote o sacerdotisa se mide por los conocimientos que
posea el individuo más ignorante de su comunidad.
5.
Parecerá una perogrullada, pero El Góði /
la Gyðja deben PROMOVER LA POTENCIA ESPIRITUAL DE SU COMUNIDAD, mediante
el oficio de las ceremonias estacionales y los ritos de paso, pero también
animando a su gente a tener un altar doméstico cuidado y atendido, y
ayudándoles a confeccionar sus ceremonias y ofrendas privadas, o enseñando a
los más pequeños oraciones para que aprendan a hablar con los Dioses con
respeto y confianza, ya que una comunidad activa espiritualmente es una
comunidad con una hamingja poderosa (para saber lo que significa este
término, os paso el enlace a un artículo donde lo expliqué: pinchad aquí), y eso
repercute en las vidas de todos los individuos de una forma positiva, como un
escudo espiritual ante las entidades malvadas.
6.
Aún se mantienen ciertas atribuciones de juez
en el cargo de sacerdote, por lo cual El Góði / la Gyðja tienen
el deber de OFRECER GUÍA Y CONSEJO ANTE POSIBLES CONFLICTOS INTERNOS, dando
siempre el punto de vista que refleje nuestros valores tradicionales y nuestra
concepción vital, y buscando la reconciliación entre l@s
implicad@s para evitar la disgregación de su
comunidad, siendo (en la medida de sus posibilidades) ecuánimes en sus consejos
y evitando tomar partido por uno de los bandos en conflicto.
7.
Una importante tarea es la de MANTENER LAS ZONAS
DE CULTO, ya sea un templo, un local (en el caso de clanes urbanitas) o
cualesquiera zonas de culto que sean utilizadas por la comunidad, aunque, en
esta tarea, El Góði / la Gyðja deberían ser ayudados por todos
los participantes en las ceremonias, y por lo general esto sucede así, pero no
veo mal el recordarlo.
8.
Como ya hemos señalado a lo largo del artículo,
el sacerdocio era institución no sólo religiosa, sino también política y
económica. Por ello, es bueno señalar que, en el mundo actual, LAS FACETAS
POLÍTICA Y ECONÓMICA DEL SACERDOCIO ESTÁN OBSOLETAS. El Góði / la Gyðja
ni pueden ni deben entrometerse en las opiniones políticas de su comunidad, ni
tampoco en la administración de las finanzas de cada individuo: lo que prima en
la relación del sacerdote o sacerdotisa con su gente es la confianza y la máxima
de la libertad individual, que es irrenunciable: si se pierden cualquiera de
las dos, la comunidad está abocada al fracaso, y con ella su guía espiritual.
9.
Naturalmente, una labor que aún se mantiene es
el deber de CONVOCAR Y PRESIDIR EL ÞING, sacralizándolo de un modo adecuado,
asegurándose de que las personas que intervengan lo hacen de buena fe, sin
animosidad entre ellos y tomando los juramentos que se requieran, si fuese
preciso.
Bueno, espero haberos enseñado algunas cosas sobre nuestro
sacerdocio, o al menos sobre cómo lo entiendo y lo vivo yo. Como siempre,
espero vuestros comentarios, dudas, o lo que se os ofrezca. ¡Mil gracias por
seguir visitando este blog!
NOTA: Este artículo está dedicado con cariño para Hrafna Hrafnhófði
Gúnnarsson. La gente como tú está forjando el Odinismo que viene: nunca te
rindas, Cabeza de Cuervo.
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