lunes, 30 de junio de 2014

REFORZANDO NUESTRA CULTURA, CAPÍTULO 1: Los ancestros importan

Con este artículo, inauguro una serie de posts en los que deseo tratar varios elementos que pueden ser de utilidad en la creación de un clan/comunidad odinista. ¿Por qué enfatizar algo como la creación de una estructura social jerarquizada? ¿Es acaso necesario para practicar nuestra fe? Voy a tratar de resumir mi punto de vista a este respecto, antes de entrar en materia con el artículo propiamente dicho.
Es un hecho la proliferación por toda la geografía peninsular de varias hermandades odinistas, a las que comúnmente nos referimos como clanes (o kindreds, para aquellos que se sienten más cómodos con la nomenclatura anglosajona). Por lo general, se trata de comunidades de individuos más o menos cercanos a nivel territorial, que se reúnen para celebrar las distintas festividades anuales, o para realizar en comunidad ritos de paso, o blóts en honor de algún dios o diosa, o de algún ancestro. Es algo hermoso el hecho de que, de manera tan espontánea, estas comunidades hayan venido apareciendo a lo largo y ancho de nuestra vieja piel de toro, en la mayoría de los casos sin tener contacto con las que surgen a su alrededor. Sin duda, es un buen síntoma, amén de constatar el buen trabajo que nuestros mayores han venido haciendo desde hace varias décadas en la difusión y estudio de nuestra fe.
Sin embargo, la anterior definición de lo que es un clan se nos queda bastante corta, pues apenas explora la superficie de lo que realmente implica pertenecer a uno. La principal tarea de un clan no es sino el redescubrimiento de nuestra cultura tradicional. No deseo entrar en discusión al respecto de lo que vamos a denominar “cultura”, puesto que ni soy sociólogo, ni antropólogo, y mis conocimientos en la materia son más que exiguos. Sin embargo, voy a tratar de definir este término con ayuda de algunos autores que han estudiado el fenómeno desde una perspectiva pagana, como es el caso del Dr. Edred Thorson. El doctor Thorson entiende la cultura de un pueblo como la interacción entre diversos elementos, como son el elemento étnico (la unión de individuos con determinadas características físicas en familias, clanes y pueblos), el elemento ético (los mitos, folklore y la historia común que comparte un núcleo social determinado), el lingüístico (el vehículo por el que se transmiten ideas y conceptos) y el material (arte, herramientas y creaciones físicas de un grupo humano concreto). Los cuatro elementos se entretejen, dando como resultado eso que llamamos “cultura”. Yendo más lejos, antropólogos de la talla de Kroeber o Leslie White aventuraron que la “cultura” era una especie de ente superorgánico, teoría muy cercana a la del Alma-Pueblo que es eminentemente Ásatrú. Fortalecer cualquier elemento de una cultura, forzosamente fortalece al conjunto. Y, del mismo modo, el debilitamiento de uno de sus elementos afecta de modo negativo a la cultura en cuestión.
Es, pues, prioritario para el odinista, reforzar su propia cultura, amenazada hoy día por una suerte de “anti-cultura”, una corriente que trata de homogeneizarnos, aborregarnos y dividirnos sin otro baremo que el capitalismo más feroz. Y es ahí donde el clan se hace indispensable, donde cobra protagonismo y se hace fuerte. Un lobo solitario es indudablemente un lobo, pero en manada es parte de un todo, al que pertenece y que lo cobija, le ofrece sustento y consuelo. Hay que luchar, pues, por redescubrir y reforzar nuestra cultura tradicional, utilizando la figura del clan como puntal para progresar en nuestra senda de conocimiento.
Bueno, pues tras esta introducción, paso a explicar el primero de una serie de puntos que, sin seguir un orden concreto, tratan de ayudaros en la “reintegración” de nuestra cultura ancestral: los ancestros (valga la redundancia).
Hace poco, leí (no recuerdo dónde) una encendida defensa que un odinista hacía sobre el culto a los ancestros. Y es que, en ocasiones, pudiera suceder que no los tuviésemos suficientemente presentes en nuestras celebraciones. Es importante concederles la preeminencia que merecen.
Cuando, por ejemplo, leemos una saga nórdica, estamos aprendiendo sobre la importancia del linaje y los ancestros. ¿Por qué? Normalmente, el héroe de la saga suele venir precedido por una enumeración de su linaje, y se hace así para que puedan observarse los elementos comunes al citado linaje, tales como ciertos comportamientos ante la vida, o ese temperamento o “presencia” que discurre a lo largo de toda la saga. ¿Qué nos demuestra ésto? Pues el origen y la repercusión de un determinado Örlog, ese estrato primordial del que todos partimos y del que surge la base de todas nuestras decisiones (hablaré más extensamente sobre el concepto del Örlog en sucesivos artículos, lo prometo).
Además, conocer los ancestros y nuestro linaje nos da un lugar en la Historia, una identidad, una sensación de pertenencia. Hoy día, la investigación del linaje es algo bastante farragoso y turbio, por desgracia. Sin embargo, podemos afrontarlo como una aventura de autodescubrimiento. Tenemos la obligación de preguntarnos quiénes eran, dónde y cómo vivieron, por qué hicieron lo que hicieron. No podemos olvidar la importancia de semejante tarea, puesto que, en algún momento, a la mayoría les llega la paternidad/maternidad, y con ella una serie de responsabilidades que tienen que ver con la herencia cultural. Los beneficios recibidos de esta enseñanza aparecerán en l@s niñ@s en forma de autoconfianza, y en sentimientos de identidad y pertenencia, que, combinados con una serie de valores inculcados por sus progenitores, tales como la tolerancia y el respeto, repercutirán en sus vidas de manera muy positiva, al tiempo que reforzarán a su clan.
Así que, para concluir, os recomiendo que visitéis un museo de historia, una excavación arqueológica o una biblioteca pública; os aconsejo leer sagas y gestas, y os pido que os enorgullezcáis de vuestros antepasados, sea cual sea su historia personal, porque, gracias a ellos, estáis vosotr@s hoy aquí. Tenedlo presente cada día de vuestras vidas.

Pues bien, aquí os he dejado -creo- algunas cosas en las que pensar. ¡Nos vemos en el próximo post!

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