Con este artículo, inauguro una
serie de posts en los que deseo tratar varios elementos que pueden ser de
utilidad en la creación de un clan/comunidad odinista. ¿Por qué enfatizar algo como la creación de una estructura social jerarquizada? ¿Es acaso
necesario para practicar nuestra fe? Voy a tratar de resumir mi punto de vista
a este respecto, antes de entrar en materia con el artículo propiamente dicho.
Es un hecho la proliferación por
toda la geografía peninsular de varias hermandades odinistas, a las que
comúnmente nos referimos como clanes (o kindreds, para aquellos
que se sienten más cómodos con la nomenclatura anglosajona). Por lo general, se
trata de comunidades de individuos más o menos cercanos a nivel territorial,
que se reúnen para celebrar las distintas festividades anuales, o para realizar
en comunidad ritos de paso, o blóts en honor de algún dios o diosa, o de
algún ancestro. Es algo hermoso el hecho de que, de manera tan espontánea,
estas comunidades hayan venido apareciendo a lo largo y ancho de nuestra vieja
piel de toro, en la mayoría de los casos sin tener contacto con las que surgen
a su alrededor. Sin duda, es un buen síntoma, amén de constatar el buen trabajo
que nuestros mayores han venido haciendo desde hace varias décadas en la
difusión y estudio de nuestra fe.
Sin embargo, la anterior
definición de lo que es un clan se nos queda bastante corta, pues apenas
explora la superficie de lo que realmente implica pertenecer a uno. La
principal tarea de un clan no es sino el redescubrimiento de nuestra cultura
tradicional. No deseo entrar en discusión al respecto de lo que vamos a
denominar “cultura”, puesto que ni soy sociólogo, ni antropólogo, y mis
conocimientos en la materia son más que exiguos. Sin embargo, voy a tratar de
definir este término con ayuda de algunos autores que han estudiado el fenómeno
desde una perspectiva pagana, como es el caso del Dr. Edred Thorson. El doctor
Thorson entiende la cultura de un pueblo como la interacción entre diversos
elementos, como son el elemento étnico (la unión de individuos con determinadas
características físicas en familias, clanes y pueblos), el elemento ético (los
mitos, folklore y la historia común que comparte un núcleo social determinado),
el lingüístico (el vehículo por el que se transmiten ideas y conceptos) y el
material (arte, herramientas y creaciones físicas de un grupo humano concreto).
Los cuatro elementos se entretejen, dando como resultado eso que llamamos
“cultura”. Yendo más lejos, antropólogos de la talla de Kroeber o Leslie White
aventuraron que la “cultura” era una especie de ente superorgánico, teoría muy
cercana a la del Alma-Pueblo que es eminentemente Ásatrú. Fortalecer cualquier
elemento de una cultura, forzosamente fortalece al conjunto. Y, del mismo modo,
el debilitamiento de uno de sus elementos afecta de modo negativo a la cultura
en cuestión.
Es, pues, prioritario para el
odinista, reforzar su propia cultura, amenazada hoy día por una suerte de
“anti-cultura”, una corriente que trata de homogeneizarnos, aborregarnos y
dividirnos sin otro baremo que el capitalismo más feroz. Y es ahí donde el clan
se hace indispensable, donde cobra protagonismo y se hace fuerte. Un lobo
solitario es indudablemente un lobo, pero en manada es parte de un todo, al que
pertenece y que lo cobija, le ofrece sustento y consuelo. Hay que luchar, pues,
por redescubrir y reforzar nuestra cultura tradicional, utilizando la figura del clan como puntal para progresar en nuestra senda de conocimiento.
Bueno, pues tras esta
introducción, paso a explicar el primero de una serie de puntos que, sin seguir
un orden concreto, tratan de ayudaros en la “reintegración” de nuestra cultura ancestral:
los ancestros (valga la redundancia).
Hace poco, leí (no recuerdo dónde)
una encendida defensa que un odinista hacía sobre el culto a los ancestros. Y
es que, en ocasiones, pudiera suceder que no los tuviésemos suficientemente
presentes en nuestras celebraciones. Es importante concederles la preeminencia
que merecen.
Cuando, por ejemplo, leemos una
saga nórdica, estamos aprendiendo sobre la importancia del linaje y los
ancestros. ¿Por qué? Normalmente, el héroe de la saga suele venir precedido por
una enumeración de su linaje, y se hace así para que puedan observarse los
elementos comunes al citado linaje, tales como ciertos comportamientos ante la
vida, o ese temperamento o “presencia” que discurre a lo largo de toda la saga.
¿Qué nos demuestra ésto? Pues el origen y la repercusión de un determinado Örlog,
ese estrato primordial del que todos partimos y del que surge la base de todas
nuestras decisiones (hablaré más extensamente sobre el concepto del Örlog
en sucesivos artículos, lo prometo).
Además, conocer los ancestros y
nuestro linaje nos da un lugar en la Historia, una identidad, una sensación de
pertenencia. Hoy día, la investigación del linaje es algo bastante farragoso y
turbio, por desgracia. Sin embargo, podemos afrontarlo como una aventura de
autodescubrimiento. Tenemos la obligación de preguntarnos quiénes eran, dónde y
cómo vivieron, por qué hicieron lo que hicieron. No podemos olvidar la
importancia de semejante tarea, puesto que, en algún momento, a la mayoría les
llega la paternidad/maternidad, y con ella una serie de responsabilidades que
tienen que ver con la herencia cultural. Los beneficios recibidos de esta
enseñanza aparecerán en l@s niñ@s en forma de
autoconfianza, y en sentimientos de identidad y pertenencia, que, combinados
con una serie de valores inculcados por sus progenitores, tales como la
tolerancia y el respeto, repercutirán en sus vidas de manera muy positiva, al
tiempo que reforzarán a su clan.
Así que, para concluir, os recomiendo que visitéis un museo de historia, una excavación arqueológica o una biblioteca pública; os aconsejo leer sagas y gestas, y os pido que os enorgullezcáis de vuestros antepasados, sea cual sea su historia personal, porque, gracias a ellos, estáis vosotr@s hoy aquí. Tenedlo presente cada día de vuestras vidas.
Pues bien, aquí os he dejado
-creo- algunas cosas en las que pensar. ¡Nos vemos en el próximo post!