Vamos a empezar esta alocada década de los años veinte con uno de esos artículos que levantan ampollas entre quienes no gustan de complicarse la vida. En realidad, hoy había planeado escribir un artículo sobre los cambios religiosos que tuvieron lugar entre las tribus Germánicas durante la Era de las Migraciones y la Era Vikinga, para mostrar la evolución de la Antigua Fe a lo largo de dichos periodos, pero mientras me documentaba sucedió, como a veces ocurre que, entre la madeja de datos, hallé algunos hilos muy llamativos de los que podía tirar, y que discurrían de forma paralela a mi propuesta original, y pensé: bueno, puedo hablar sobre ello, pero buscando el enfoque actual, y, de repente, algo se iluminó en mi mente, y decidí rehacer el artículo, para escribir sobre un fenómeno que se da en nuestros días y que, por desgracia, es más que común. Enseguida sabréis a lo que me refiero.
Mucha gente con inquietudes espirituales se acerca al
Odinismo con curiosidad e interés; pero, cuando empiezan a buscar material de
estudio, una miríada de voces les sugieren estudiar las Eddas de Snorri
Sturlusson. Y es entonces cuando, sin tener claro el contexto histórico del
autor, ni la intencionalidad del texto (que la tiene), se leen aquello y
empiezan a tener la idea de que el corpus de creencias Odinistas se halla en
dichas obras: si lo preferís, para decirlo de otro modo y salvando las
distancias, comienzan a ver en las Eddas una especie de “biblia Nórdica”. Y es
por eso que escribo estas líneas: yo propongo huir de semejante simplificación.
Cuando llevas estudiando tu Fe durante muchos años, y compruebas que este
comportamiento está más que extendido y aceptado (y, en algunos casos, hasta alentado),
puedes plantearte lo siguiente: ¿de verdad hay tantas personas que reducen
nuestra Fe a esto, a creer que todas las tribus Germánico-Escandinavas creían en
un Panteón conformado por dos familias (Æsir y Vanir), viviendo juntas en Asgarđ
bajo el mandato de Odín? ¿O pensar que todos los guerreros van al Valhalla
cuando mueren?
Pues hoy tengo intención de invalidar esa idea. Y paso a
explicar por qué.
Hoy día hay ciertos autores (1) que ven el proceso de evolución
religiosa desde un prisma diferente. Es cierto que las tribus Germánicas
compartían conceptos espirituales y tenían un vocabulario cultural común, pero
la Antigua Senda no se puede comparar, por ejemplo, al Islam o al Budismo, ya
que cada tribu era ferozmente independiente y no se pretendía homogeneizar
dichas tribus bajo un elemento “aglutinante” como la religión, pues no había un
líder religioso supremo ni dogmas que defender; así pues, en lugar de pensar en
un único cuerpo de creencias, se debería hablar de algo así como una serie de
“sistemas religiosos”, independientes entre sí pero con una raíz común y
numerosos elementos idénticos (y, de hecho, desde hace unos años se empieza a hablar de religiones Germánicas). La prueba de esto la tenemos en que las
creencias y su práctica religiosa varían en el tiempo y el espacio, amoldándose
al entorno y las prácticas sociales, dependiendo de si la gente vivía en la
montaña o el prado, en la costa o en el bosque, si eran agricultores, guerreros
o cazadores, y del contacto que tuvieran con otros Pueblos vecinos.
De este modo, al igual que sucede con las leyendas
populares, los mitos Germánicos también varían en su forma, que no en su fondo.
Pondré algunos ejemplos:
·
la pertenencia de Skiđbláđnir a Odín o a Freyr;
·
la pertenencia del traje de pájaro a Freya o a
Frigg;
·
la diosa más cercana a Odín, ya sea Frigg, Sága,
Freya, Skáđi, etc.
Otro elemento que influye en esta mutabilidad de los mitos
(y esto le va a escocer a algun@s) es la fluidez
del intercambio cultural entre varias tribus Germánicas y sus vecinos, como los
Celtas, los Sami, las tribus bálticas, Roma, Bizancio o el Imperio Carolingio.
Así pues, en lo que respecta a la religión, no es fácil hablar de fronteras. Y
este difuminado en el aspecto social también se aplica a los períodos
históricos. Voy a tratar de explicarme: por ejemplo, aunque los petroglifos de
la Era del Bronce en Escandinavia cesan abruptamente en la Era del Hierro Celta
(500-350 A.E.C.), las imágenes del Sol y del barco como motivos religiosos
sobreviven más de un milenio después.
Aparte de lo que hemos señalado hasta ahora, conviene incidir
en un hecho que influye en el devenir del sentimiento religioso de nuestros
ancestros. Y es que, en torno al año 500 A.E.C. (la fecha es meramente
orientativa) se produjo un gran cambio en las creencias religiosas de los
habitantes del Sur de Escandinavia. Esta evidencia comienza a ser ampliamente
aceptada en los círculos académicos. Sea lo que sea lo que provocó dicho
cambio, llevó a una reducción en las ofrendas de armas, joyas y alimentos que
se realizaban en lagos, pantanos o a las afueras de asentamientos, y a un
crecimiento en la “centralización” del culto, principalmente en torno a
edificaciones controladas por una nueva generación de gobernantes/sacerdotes:
las ofrendas, ahora, se solían depositar en torno a los salones destinados al
culto. Curiosamente, este cambio coincide con un aumento de los conceptos
patriarcales en la sociedad Germánica, y por tanto, un énfasis en la
importancia de los Dioses varones asociados a la guerra, y una progresiva
reducción en la importancia de las deidades protectoras femeninas asociadas a
la fertilidad y a los espacios naturales con gran presencia acuática, como los
mencionados lagos o pantanos. Dicho cambio de paradigma coincide con el
desarrollo de una nueva élite militar aristocrática en el Sur de Escandinavia,
con crecientes ambiciones nacionalistas que sobrepasaban el concepto de
familia, clan o tribu, y unos nuevos gobernantes que pretendían perpetuar su
poder incluso cuando no estuviesen físicamente presentes.
Esto debe llevarnos a sacar algunas lecciones de imperios
como el Bizantino, o de religiones con vocación universalista como el
cristianismo, que resuelven este asunto deificando a sus gobernantes. Y, claro,
a poco que tengamos todo lo expuesto hasta ahora en cuenta, hay buenas razones
para cuestionar la visión cosmológica presentada por Snorri.
El académico Terry Gunnell (2) planteó argumentos de que no hay
evidencias suficientes para pensar que la mayoría de la población de la
Escandinavia precristiana viesen a Odín como el dios más importante, porque el
material arqueológico y toponímico apunta más bien a Þórr o a Freyr,
dependiendo del lugar. Y, precisamente por eso, pienso que la visión del
panteón que Snorri recoge habría sido conservada y transmitida por los
escaldos, que eran el vehículo de la información de su época y que, no lo
olvidemos, estaban al servicio de los gobernantes. En otras palabras, lo que yo
entiendo es lo siguiente: los gobernantes pagan a los escaldos para extender y
fomentar una determinada visión del panteón que fuese favorable a sus intereses
terrenales, y que, a imagen y semejanza de los imperios vecinos, pretendía
unificar las creencias de todo el territorio, presentando una visión de unos
Dioses que conviven en un Asgarð “olimpizado”, bajo el mandato del cacique
supremo, Odín.
Ahora bien, ¿querría esto decir que la población sólo
adoraba a determinadas deidades en función de su lugar de residencia, estatus u
oficio? Del mismo modo que sería ingenuo no creer que la gente no conocía a la
mayoría de Dioses y Diosas, también lo sería el pensar que todas las deidades
vivían juntas en una gran familia, como los mitos grecolatinos. Hay autores,
como Philip Shaw (3), que sugieren que hay motivos para ver a ciertos Dioses
asociados a una tribu, un área o un clan concretos, así como a una clase social
determinada, y dichas deidades eran adoradas con múltiples propósitos. Si esto
fuera así, los dioses predominantes para un pescador Sueco serían diferentes
que los de un cazador Noruego, aunque ambos probablemente conocerían a los
mismos Dioses y Diosas.
Pensemos ahora en la idea de “familia” de los Æsir que nos
transmite Snorri. En realidad, en sus textos apenas se nos muestra como un clan
unido, salvo en el Grímnismál, el Völuspá, el Lokasenna y
el Þrymskvída: en el resto de textos, los Dioses aparecen llevando sus
propias vidas privadas y gestionando sus propios intereses. Es más: podemos
afirmar que los Dioses raramente trabajan juntos, salvo contadas excepciones en
las que se reúnen dos o tres con algún objetivo común. Y es que, si nos ponemos
a revisar los textos desde ese prisma, hasta el mismo Ragnarök parece algo
desestructurado (y casi diría que forzado), Donde algunos Dioses mueren,
otros se retiran y algunas deidades, como Freya, ni siquiera aparecen.
Llegados, pues, a este punto, casi que nos podríamos
preguntar si todos nuestros mitos provienen del mismo entorno cultural, o por
qué hallamos diferentes mitos en entornos distintos, donde los guerreros siguen
el mito Odínico de grupos jerárquicos que se reúnen, festejan y combaten, mientras
que la mayoría del pueblo, que vive en entornos rurales, cultivan los mitos
centrados en, por ejemplo, Freyr y Þórr.
Pero es que aún podríamos rizar el rizo. Supongamos que
aceptamos esta premisa, y demos por válido que, en lugares como Islandia o el
Oeste de Noruega, existían unos mitos centrados en Þórr como señor supremo del
resto de Dioses: estos mitos deberían explicar el origen del mundo y la
Humanidad en términos referidos a Þórr. Pero entonces ¿qué pasó con esos mitos?
Vamos a pensar en Þórr por un momento: mata gigantes con su martillo, cierto,
pero a la vez dicho martillo consagra, ya sean runas, un sacrificio o un lugar
determinado; también se le asocia a árboles, playas y cursos de agua (esto lo
sabemos gracias a la toponimia); y también vemos que, en las historias de Þórr
hay una patente ausencia de otros Dioses, lo que nos habla de su nula
dependencia de otras fuerzas, y podemos entender que sus habilidades y
funciones son muchas y muy variadas, dominando el aire o el rayo del mismo modo
que el ganado, y siendo invocado tanto para proteger a viajeros como para
consagrar un matrimonio. Es un gran protector, y los Islandeses paganos usaron
su figura para oponerse a los misioneros cristianos (y por eso hoy muchísimos
Odinistas llevan al cuello precisamente un Mjölnir, y no otro símbolo).
He puesto como ejemplo a Þórr por ser el más obvio, pero
podría hacer lo mismo, por ejemplo, con Freyr: señor de las cosechas, del
matrimonio, de la paz, señor supremo de los Elfos, supuesto ancestro del linaje
de los Ynglingos y de la tribu de los Ingvaeones. ¿Sucedería lo mismo con otros
Dioses, como Týr, Njörð o Ullr?
Debemos reconocer algo: nuestra visión actual de los Dioses
está bastante predeterminada por los escritos de autores como Snorri
Sturlusson, o Adán de Bremen, y por los estudios de académicos como Dumézil.
Pero la verdad es que no existía una rigidez en las clases sociales de la
Escandinavia precristiana, como en ocasiones parece que estos autores se
empeñan en presuponer, ni en las profesiones ni en el rol social de cada
individuo (por ejemplo, un granjero podía hacer las veces de jefe tribal,
sacerdote o juez, en función del momento y las necesidades de su comunidad). Y
ese es el motivo de que nuestros Dioses y Diosas sean tan polifacéticos. Y esa,
la causa de que muchos autores (y yo mismo) ya no se refieran a la antigua
religión Germánica como “politeísmo”, sino que se empieza a hablar del término
“henoteísmo”, un curioso palabro que define a una creencia religiosa con
multitud de Dioses, en la que el fiel decide a cuántos de dichos dioses adora.
Exactamente lo que ocurría en la sociedad Germánica
precristiana.
Y exactamente como lo hacemos hoy en día, pensadlo: en
nuestras familias y clanes, cada núcleo religioso suele adorar a los Dioses y
Diosas que más tengan que ver con su lugar de residencia, o con las profesiones
de sus integrantes, y el/la sacerdote/sacerdotisa de la comunidad, aunque
conozca casi todo el panteón, tenderá a enfocar sus ceremonias a unos Dioses
concretos.
Nada nuevo bajo el Sol. Pero, en ocasiones, obviamos lo que
tenemos delante precisamente porque se trata de una actitud cotidiana, y me llamó mucho la atención que, sin pretenderlo, siguiésemos emulando a nuestros ancestros en este aspecto, lo que me hace pensar que el Odinismo, como religión que pretende reconstruir la Antigua Fe Germánica, sigue avanzando de forma positiva. Vamos, que algo estamos haciendo bien... aunque sea de forma inconsciente.
En fin, me pareció algo interesante que contaros, ya me
diréis si os ha resultado entretenida su lectura (4).
¡Nos vemos en el siguiente artículo!
(1): Thomas A. DuBois, Nordic Religions in the Viking Age, 1.999
(2): Terry Gunnell, How High Was the High One? The Roles of Oðinn and Þórr in Pre-Christian Icelandic Society , 2.018
(3): Philip Shaw, Pagan Goddesses in the Germanic World: Eostre, Hreda and the Cult of Matrons, 2.011
(4): Si deseáis ampliar información, os recomiendo la lectura del artículo que dio pie a este texto: Terry Gunnell, Pantheon? What Pantheon? Concepts of a Family of Gods in Pre-Christian Scandinavian Religions, 2.015