Heðinn partió desde su casa
solo y a través de los bosques en el anochecer de Yule, y encontró una troll;
cabalgaba sobre un huargo y sus riendas eran sierpes, y se ofreció a guiar a Heðinn.
“No”, dijo él. Ella replicó: “pagarás por esto en la Copa de Bragar”.
Al anochecer sucedió la toma
de juramentos. Trajeron al sonargöltr (verraco de sacrificio), y la
gente ponía sus manos sobre él, y pronunciaban sus juramentos en la Copa de
Bragar...”
(Fragmento del “Helgakviða Hjörvarðssonar”)
Nos hallamos inmersos en las
celebraciones de Yule, la festividad estacional más importante para el Odinismo
a nivel mundial. Y repasando mis antiguas publicaciones, me he percatado de que
no he escrito aún nada al respecto de tan entrañables fechas. Sin embargo, ya
sabéis que no me gusta redactar lo obvio: así pues, no hallaba inspiración para
escribir si lo único que iba a contar es cómo se celebra esta festividad, o
alguna curiosidad al respecto. No, quería elaborar un artículo que enriqueciese
a quien lo leyese, y, como siempre os digo, que diese material sobre el que
reflexionar. La chispa de la inspiración prendió en mi mente la semana pasada,
ojeando las redes sociales: observé que, al llevar Yule, mucha gente gusta de
compartir mensajes del tipo “el cristianismo llama Navidad a lo que realmente
es Solsticio de Invierno”, o simplemente felicitaciones que vienen a decir
“Feliz Solsticio”. Por ello, me gustaría plantearos hoy la cuestión con la que
he titulado el presente artículo: ¿festejar Yule es realmente celebrar el
Solsticio? Puede que mi punto de vista al respecto y las argumentaciones que
voy a plantear a continuación sorprendan a muchos.
¡Espero que Jólnir os colme de bendiciones y regalos este Yule!
Ilustración cortesía de Kráka Gúnnarsdóttir (Intagram: #fiskrart)
Antes de profundizar, es
conveniente aclarar, para quien no lo sepa, que me considero uno de los
llamados “reconstruccionistas de la Antigua Fe”: pretendo vivir mi fe Odinista
inspirándome básicamente en las prácticas de nuestros ancestros del modo más
fiel posible. Naturalmente no estoy a favor de aprovechar estas fechas para
sacrificar esclavos a Odín..., es decir, que comparto la idea de que vivimos en
una sociedad del siglo XXI y nuestra Fe no puede (ni debe) ser practicada del
modo en que se hacía hace quince siglos, pero trato de recrear de un modo
fidedigno aquellas tradiciones y ceremonias que pueden encajar sin problemas en
nuestro modo de vida.
Dicho lo cual, me sorprende la
fijación que muchos Odinistas muestran con el asunto de convertir Yule en
sinónimo de Solsticio de Invierno. ¿Por qué? Vamos a ir paso a paso para no
perdernos: debido a la enorme cantidad de información, este artículo va a ser
publicado en tres partes, así que espero que os resulte más didáctico que
tedioso,…
CUESTIÓN 1ª.- ¿ES YULE UNA
FESTIVIDAD SOLAR?
Inevitablemente, debido a mi
labor como Góði, me interesa mucho el calendario de celebraciones, para
poder celebrar cada festividad cuando toca, pero no sólo por eso: también para
tener conciencia de lo que estoy celebrando en cada momento. A veces, da la
sensación de que nuestras fiestas coinciden con los solsticios y los
equinoccios, que marcan el paso de las estaciones, y este hecho puede llevar a
creer que nuestros antepasados Germánico-Escandinavos basaban sus fiestas
religiosas en los ciclos del Sol, pero ¿es esto cierto? De hecho, en la mayor
parte de direcciones web en las que busquéis información al respecto de Yule
leeréis algo que os dará la impresión de que esta fiesta es una especie de
adoración solar. Si a eso le añadimos la idea preconcebida de que en
Escandinavia tienen pocos períodos de sol en invierno, y que esta fecha era el
momento propicio para invocar su poder y así devolver la fertilidad a la
tierra, estaremos simplificando en exceso algo que, como ya habréis intuido, es
más complejo. Y, claro está, siempre está presente esa idea de que “apenas
quedan registros de aquella época”... Pues debo decir que, hasta donde yo he
indagado, creo que Yule es la festividad de la que nos ha llegado más
información. Así que ¿por qué no investigar un poco? Veremos si la idea de
“festividad solar” se sustenta, o se trata de otro mero error conceptual.
Tomaremos datos no sólo de fuentes históricas, sino también de trabajos
contemporáneos: mención especial a la gran obra que sobre la materia escribió
el arqueólogo sueco Andreas Nordberg en su publicación titulada
(aproximadamente, perdón por mi sueco) “Festividades y calendario
prehistóricos”.
Vamos, en primer lugar, a tomar
como cierta la idea de Yule como festividad solar. Si esto es así, ¿a qué
deidad deberíamos honrar en Yule, principalmente? Aquí hallamos el primer foco
de debate: la mayoría de Odinistas de la corriente Ásatrú mantienen que
es Balder el Brillante por ser él un dios eminentemente solar, mientras que los
que se adscriben a la corriente Vanatrú hablan de Freyr, argumentando
como una prueba lo que Snorri nos legó en su Gylfaginning, estrofa 24:
“Freyr
es el más excelente de los dioses: rige la lluvia y el brillo del Sol, y
también la fertilidad de la tierra, y es bueno invocarle para conseguir paz y
buenas cosechas.”
Sea cual sea la postura, a nadie
se le debería escapar el hecho de que el propio Sol ya es una entidad con
propia personalidad y funciones dentro de nuestro panteón. Quiere esto decir
que Balder no es el “dios del sol”, ni tampoco Freyr... aunque, ciertamente, da
la sensación de que ni el propio Sol (nuestra amada Súnna) ni la Luna (Máni, su
contrapartida masculina) son dioses por derecho propio, sino que más bien dan
una imagen de ser “ayudantes de los dioses”. Os doy una prueba: en el Völuspá,
estrofas de la 4 a la 6, podemos leer lo siguiente:
“Pero
los hijos de Bur formaron la tierra,
aquellos
que crearon el famoso Midgarð;
brilló
el sol desde el sur sobre el palacio
y
surgió en la tierra la verde hierba.
“Desde
el sur alzó el sol, compañero de la luna,
su
mano derecha al confín del cielo;
no
sabía el sol dónde estaban sus salas,
no
sabían las estrellas dónde tenían su lugar,
no
sabía la luna cuál era su poder.
“Se
reunieron los dioses, todos, en asamblea,
y
tomaron consejo los sagrados dioses;
la
luna llena y la nueva ellos designaron,
nombraron
la mañana, también el mediodía,
la
tarde y la noche, para contar los años.”
No es una traducción correcta,
puesto que para nuestro Pueblo la luna es un ser masculino y el sol uno
femenino, pero lo importante es lo que el texto dice, y no cómo lo dice. En el
fragmento, se puede ver que los cuerpos celestes parecen desconocer su
propósito en una fase temprana de la creación de nuestro Universo, y los dioses
les dieron un uso: sirvieron para dividir los días. En otras palabras: para
contar los años. ¿Veis por dónde voy? Aún os daré otra pista más: la hallamos
en el Álvissmál, en la conversación entre Þórr y el enano Alvis:
ÞÓRR:
“Dime,
Alvis, pues creo, enano,
que
sabes los destinos de todos,
cómo
llaman la luna que ven los Hombres
en
todos los mundos.”
ALVIS:
“Luna,
dicen los Hombres; los Dioses, rojiza;
en
Hel, rueda girante;
rápida,
los Trolls; brillo, los Enanos;
los
Elfos, la que cuenta el tiempo.”
¿Os habéis percatado del nombre
que le dan los Elfos? “La que cuenta el tiempo” (en nórdico antiguo: Ártali).
Así pues, parece ser que la luna era importante para medir el tiempo, aunque
sin duda, el paso de las estaciones, las épocas de cosecha y los ciclos de la
ganadería vendrían dados por el sol. Con esta idea en mente, nuestros ancestros
parecían considerar, usando conceptos modernos, que el sol y la luna no eran
objetos de adoración (como los dioses), sino más bien “características
cósmicas”, instrumentos al servicio de los designios divinos.
(CONTINUARÁ)