“Goberné
los barcos,
Y
estando en proa,
Fui
el señor único de todo el pueblo.”
Völsa
Þáttr, estrofa 12
Hoy, para ilustrar la cuestión que deseo tratar, me
serviré de un símil marinero. Se me ocurrió hace algunas semanas, cuando
mantuve una animada charla con un veterano Odinista, llamado Jean-Pierre, que
me aconsejó redactar y publicar esta entrada en mi blog.
Imaginad por un momento el océano. Inmenso y
fascinante, fuente de alimento y de muerte. El océano es una metáfora perfecta
para representar nuestras vidas. Al principio, en la playa de nuestra niñez,
nos sentimos seguros, acompañados y siempre curiosos. Cuanto más avanzamos, más
fría se vuelve el agua, y cuando dejamos de hacer pie, nos damos cuenta de que
es muy difícil avanzar: las corrientes pueden arrastrarnos, la hipotermia es un
peligro constante, y casi de modo instintivo, buscamos algo a lo que
aferrarnos, una tabla que nos impida hundirnos. Y, en el caso de los Odinistas,
contamos con algo mejor que una tabla: todo un barco. Nuestra fe.
Así que tenemos el soporte perfecto para mantenernos
a flote, un majestuoso långskip, con
una tripulación leal. Nuestro barco es sólido, tanto como nuestra fe lo sea, y
no es fácil hundirlo. Pero el océano sigue siendo poderoso e indómito, y sin
una guía, nuestros remeros pueden hacer que nuestra bella embarcación navegue
en círculos. Todo långskip necesita
un styri, un timón, que nos permita
gobernar el barco a voluntad. ¿Qué podríamos considerar como nuestro timón en
la fe? Para muchos Odinistas, la respuesta es clara: las Nueve Nobles Virtudes.
Nos posibilitan darle una dirección a nuestro barco en el proceloso mar, pues
actúan como un auténtico timón. No son obligaciones, sino guías, y eso es lo
que permite enmarcar la ruta que deseamos tomar. Si no conocéis las Nueve
Nobles Virtudes, hallaréis mucha información en la red: no voy a hablar sobre
ellas hoy, aunque de momento nos baste con saber que tienen una función de guía
recomendada.
Nuestro metafórico barco espiritual. Autora: Kráka Gúnnarrsdóttir (Instagram: Fiskrart)
Así pues, nos hallamos en este punto de nuestra
metáfora: nosotros tomamos el rol de capitán (o Styrimaðr en nórdico antiguo) de nuestro hermoso långskip, nuestra fe, surcando el inclemente océano que es la
vida y sorteando tormentas gracias a nuestra pericia con el timón (styri), que son las Nueve Nobles
Virtudes. Estamos listos, sin duda. Pero ¿listos para qué? Aquí es adonde
pretendía llegar. Muchos Odinistas se quedan en este punto, y si uno de sus
marineros les preguntan “¿hacia dónde vamos, capitán?”, se quedan en blanco, o
tienen respuestas genéricas, del tipo “¡pues a Valhalla!”, respuestas que no
han meditado, que no se han planteado realmente. ¿Cuál es el objetivo en la
vida de un/a Odinista? ¿Dónde está nuestro puerto?
Es por esto que hoy os hablaré de las Seis Metas. En
un primer momento, fue Edred Þorsson quien las enunció en una de sus obras,
aunque hoy día han tomado gran relevancia entre varios autores. ¿Y qué son las
Seis Metas? Las podríamos entender como reflejos de las cualidades
representadas en los dioses y diosas de nuestro Pueblo, cualidades por las que
verdaderamente merece la pena luchar y morir. Nuestra fe, sus valores y
principios, están enfocados sin duda a mantener y fomentar éstas. Ahora pasaré
a enunciarlas y explicarlas, siquiera someramente, puesto que sólo adquirirán
la profundidad en vuestra alma que vosotros queráis darle.
·
DERECHO.
Meta
auspiciada y alentada por Tyr. Se refiere al juicio de la tradición de nuestro
Pueblo, enriquecido con nuestra propia inteligencia y sentido común. Es una
meta racional: buscamos el gobierno de la racionalidad y la iluminación. Es el
deseo de ver a nuestro Pueblo gobernado racionalmente.
·
SABIDURÍA.
Meta guardada por Odín. Se refiere a la búsqueda del conocimiento, la
curiosidad por saber qué se oculta en nuestra alma, en lo desconocido, aquello
con la habilidad de mantener unidas todas las cosas, y que debe ser preservado
a toda costa. Si la Sabiduría sobrevive,
el resto del conjunto puede regenerarse. Es nuestro sentido de la aventura y
nuestra curiosidad.
·
PODER.
Meta
promovida por Þor. Es una Meta “pivote” por así decirlo, pues sustenta dos
metas unidas: la Victoria y la Defensa. El Poder siempre debe ser gobernado por la meta del Derecho y dirigido por la meta de la Sabiduría. No hay un beneficio en el Poder por sí mismo. Aquí se enmarca la
alegría de la victoria, nuestra ansia de conquista y nuestro deseo de poder.
·
COSECHA.
Meta
auspiciada por toda la tribu Vanir. Es la recolección de los frutos de
cualquier ciclo natural, aquello que mantiene saludable a la gente. También
incluye los frutos de los ciclos económicos, la riqueza, el bienestar físico.
·
FRIÞ.
Dominado
por Frey y Freya. Es el estado de “calma” o “paz” que se alcanza al perseguir
las Seis Metas y completar algunos ciclos. Es la esencia de la libertad, el
crecimiento personal autogestionado y desarrollado de modo voluntario. El Friþ usualmente implica ausencia de
guerra, pero no de conflicto, pues el crecimiento siempre requiere algún tipo
de lucha.
·
AMOR.
Ley
vital vigilada por Odín y Freya. Es el amor completo, la lujuria y el erotismo.
Es nuestro sentido del placer. Todo en esta meta es, por sí mismo, natural y
bueno, pero sin su aspecto espiritual pierde su sentido. Aquí experimentamos el
gusto por la vida, ese pozo de deseo desenfrenado que, si lo meditamos,
descubriremos que se halla íntimamente ligado a la meta de la Sabiduría.
Ya veis que las Seis Metas están muy ligadas unas
con otras, y no son más que los indicadores que deben sustentar los valores de
nuestra fe.
Jean-Pierre (a la derecha), durante una agradable charla en el Templo de Gaut (Albacete)
Y así, de repente, cobra sentido el barco, su timón,
su capitán y la lucha que mantiene contra el océano, que no es sino la senda
que debe seguir… para llegar al puerto que son las Seis Metas.
Espero no haberme extendido en exceso. Comprendo que
el tema es denso y puede ser un tanto críptico, y como siempre hago, me pongo a
vuestra disposición para solventar cuantas dudas os surjan al respecto de las
Seis Metas.Y, para acabar este artículo, me gustaría finalizar como empecé: con
un fragmento de inspiración vikinga, y que creo que tiene mucho que ver con lo
que hoy os he contado:
“Íbamos
cabalgando,
Cada
uno en nuestro barco,
Tomando
el curso que quería el Destino,
Hasta
que el Este alcanzamos.”
Atlakvída,
estrofa 99