Aquí estoy de nuevo, para proseguir nuestro listado de elementos a tener en cuenta a la hora de crear, mantener y desarrollar una comunidad odinista. Y van seis... ¿Alguien puede intuir cuántos puntos enumeraré en total? Ya queda poco, no os angustiéis...
Venga, nos ponemos serios. Este sexto punto es crucial: se trata de la inclusión de elementos paganos en nuestro día a día, y no sólo en nuestra faceta religiosa cotidiana (de la que ya hablamos hace un tiempo en un artículo anterior), sino en la faceta más mundana.
Debemos estudiar estos conceptos, tratar de comprenderlos, de dominarlos, o lo que, en cierto sentido, sería recordarlos, porque resulta bastante obvio que nuestro pueblo ha olvidado ciertos patrones de comportamiento. Estos procesos de pensamiento primigenios han de ser analizados y debemos hacer el esfuerzo por reintegrarlos en nuestra cotidianidad, por reconectarnos a ellos.
Con el paso de las generaciones, hemos ido olvidando ciertos elementos culturales, que han sido sustituidos por otros que nos resultan alienígenas y extraños. Sin embargo, no somos del todo inconscientes ante estas carencias. En otros casos, la dicotomía resultante de la confrontación interna entre el "¿Qué debo hacer?" y el "¿Qué quiero hacer?" destroza al individuo por dentro y lo aboca a la infelicidad y la autodestrucción. Voy a plantear algunos ejemplos para hacer algo más clara mi exposición:
-¿Os imagináis lo que debieron pensar aquellos germanos del siglo V, a quienes los misioneros cristianos de origen celta les decían que no respondiesen ante una agresión o afrenta, a no ser que "Dios" lo aprobase? Ojo, no pretendo hacer apología de la violencia; entiéndaseme cuando pretendo ilustrar el choque de concepciones vitales con el citado ejemplo gráfico.
-El niño quiere la última consola que ha salido al mercado, pero su madre le explica que es muy cara y no pueden permitirse un gasto tan notable en un objeto tan innecesario; pero para el niño la consola es cuestión de vida o muerte, y en pleno berrinche le dice a su madre que es mala por no darle el capricho cuando todos sus amigos lo tienen, lo que lo convierte en un niño infeliz, al tiempo que hace infeliz a sus padres, que desearían poder ofrecer a su hijo cualquier cosa que necesitase.
-El ecologista está cansado de la mecánica consumista de la sociedad occidental, de esta forma de vida derrochadora y contaminante, y busca un modo de vida alternativo que lo enfrente al sistema, que lo haga sentirse útil a una causa mayor de un modo no violento. Por ello, y tras investigar mucho, se hace budista, practicante de yoga y vegano, puesto que la filosofía oriental resulta más acorde con su modo de ver y entender el mundo.
Como veis, en todos los casos nos encontramos la misma problemática: el germano medieval debe tragar con un supuesto pacifismo que no es tal (pues debe seguir yendo a la guerra), el niño cree que que la consola es una necesidad y se predispone a convertirse en un consumista, y el ecologista busca su conexión con lo sagrado en culturas ajenas a la suya propia, a la que demoniza. ¿Es todo esto malo? Pues no necesariamente. Pero, desde luego, no es Ásatrú.
Nosotros, los primeros conversos odinistas, somos los pioneros que tendremos que lidiar con estas cuestiones: si lo hacemos bien, las primeras generaciones "nacidas paganas" conseguirán recordar los patrones de pensamiento tradicionales de nuestro pueblo, y crecerán sin impedimentos con una mentalidad plenamente ásatrúar.
Y hasta aquí llego hoy. ¡Nos vemos en el próximo post!
martes, 29 de julio de 2014
domingo, 20 de julio de 2014
REFORZANDO NUESTRA CULTURA, CAPÍTULO 5: No al comercialismo
Aquí estoy nuevamente para continuar este particular listado de elementos que llevo un tiempo confeccionando. He decidido que el quinto artículo haga referencia a la cuestión del comercialismo, y a ese concepto que nos es tan cercano como es la ideología del "usar y tirar". Puede que no parezca una cuestión que tenga mucho que ver con el odinismo, pero yo pienso que sí. Voy a explicar mi punto de vista.
El actual ritmo de consumo global obedece a las directrices capitalistas, por lo que forma parte del "sistema", y como tal se protege, se alienta y se difunde. Sin embargo, todo lo creado así es completamente efímero: no tiene vocación de perdurabilidad. Obedeciendo al consumismo, malgastamos recursos, destruyendo así a nuestra Madre Tierra y, en consecuencia, destruyéndonos a nosotros mismos en el proceso, en tanto que somos parte de la misma tierra a la que dañamos.
¿Y por qué esto es así? Pues sencillamente porque hace ya muchas décadas que la civilización occidental sustituyó la calidad y la utilidad por la cantidad. Tanto tienes, tanto vales, sin importar demasiado si lo que tienes es lo que verdaderamente necesitas. Y, si lo pensamos bien, esto no es simple ecologismo. Va mucho más allá.
El comercialismo nos ha enseñado a no cuidar de nuestras posesiones materiales, a desprestigiar a aquellos que sí lo hacen, tachándolos de anticuados. ¿Por qué tratar de conservar algo si, a fin de cuentas, va a durar X años, y cuando se rompa podré comprar otro? Hemos asimilado la obsolescencia programada como un mal menor.
En definitiva, se suceden las generaciones con el concepto interiorizado de que no es necesario el cuidado de los bienes materiales. ¿Y son solo los bienes materiales, o tal vez este modo de actuar lo hayamos trasladado también a las personas? ¿Cuidamos de los nuestros por responsabilidad, o sólo lo hacemos mientras nos sean útiles?
Como veis, el comercialismo es radicalmente opuesto al concepto vital pagano y odinista. Si bien es cierto que forma parte de nuestras vidas, y no voy a proponer que nos tiremos al monte, no es menos cierto que podemos poner nuestro granito de arena en la lucha contra este comportamiento. Meditadlo porque merece la pena el esfuerzo.
El actual ritmo de consumo global obedece a las directrices capitalistas, por lo que forma parte del "sistema", y como tal se protege, se alienta y se difunde. Sin embargo, todo lo creado así es completamente efímero: no tiene vocación de perdurabilidad. Obedeciendo al consumismo, malgastamos recursos, destruyendo así a nuestra Madre Tierra y, en consecuencia, destruyéndonos a nosotros mismos en el proceso, en tanto que somos parte de la misma tierra a la que dañamos.
¿Y por qué esto es así? Pues sencillamente porque hace ya muchas décadas que la civilización occidental sustituyó la calidad y la utilidad por la cantidad. Tanto tienes, tanto vales, sin importar demasiado si lo que tienes es lo que verdaderamente necesitas. Y, si lo pensamos bien, esto no es simple ecologismo. Va mucho más allá.
El comercialismo nos ha enseñado a no cuidar de nuestras posesiones materiales, a desprestigiar a aquellos que sí lo hacen, tachándolos de anticuados. ¿Por qué tratar de conservar algo si, a fin de cuentas, va a durar X años, y cuando se rompa podré comprar otro? Hemos asimilado la obsolescencia programada como un mal menor.
En definitiva, se suceden las generaciones con el concepto interiorizado de que no es necesario el cuidado de los bienes materiales. ¿Y son solo los bienes materiales, o tal vez este modo de actuar lo hayamos trasladado también a las personas? ¿Cuidamos de los nuestros por responsabilidad, o sólo lo hacemos mientras nos sean útiles?
Como veis, el comercialismo es radicalmente opuesto al concepto vital pagano y odinista. Si bien es cierto que forma parte de nuestras vidas, y no voy a proponer que nos tiremos al monte, no es menos cierto que podemos poner nuestro granito de arena en la lucha contra este comportamiento. Meditadlo porque merece la pena el esfuerzo.
miércoles, 16 de julio de 2014
REFORZANDO NUESTRA CULTURA, CAPÍTULO 4: Artistas paganos
El siguiente elemento que desearía
destacar, en el marco de esta serie de artículos, tiene que ver, precisamente,
con el arte y los artistas, pues no es menor, ni mucho menos, la influencia que
éstos pueden ejercer (y, de hecho, así lo hacen desde el inicio de la
Humanidad) sobre las distintas culturas, y la nuestra no es una excepción.
Desde mi punto de vista, es capital y muy necesario el impulso y el refuerzo de
cualquier manifestación artística que esté influenciada por la tradición pagana
germánica.
El arte define una cultura, la
enmarca en la Historia, le da un corpus, un acervo que nos inspira, nos
entronca con nuestros antecesores y nos enlaza con nuestros orígenes. El arte
es algo vivo, que fluye, que crece y que muta con el devenir de los siglos, que
se reproduce y que, naturalmente, muere y renace en el eterno ciclo en el que
está integrado el universo. Es el depósito de nuestra memoria colectiva, y nos
es tan necesario como cualquier otro elemento cultural, si no más. Nuestros
artistas paganos, sean éstos músicos, pintores, escritores, ebanistas u
orfebres, bailarines o actores, crean y canalizan esa cultura material, que se
desarrolla a través de todos nosotros. Son ellos los que perfilan y transmiten
las diferentes expresiones de nuestros valores, nuestra ética, nuestro concepto
de belleza, sueños, fantasías, y hasta nuestro insaciable apetito por la vida.
Gracias a su incansable y muchas
veces mal valorado trabajo, nos inspiran, así como nosotros les servimos de
inspiración a ellos, en una constante retroalimentación mutua, que sumada al
hecho de compartir ciertas formas, temas o estilo, nos sirve a todos de unión.
Serán los artífices de nuestro legado a la Historia, la marca que dejaremos
para las generaciones venideras. Y así, por nosotros mismos, perpetuaremos
nuestra propia evolución.
Debemos, pues, ayudar a nuestros
artistas. Es importante apoyar a ese grupo de rock que tiene temática odinista.
Hay que compartir con los nuestros esa web dedicada a la bisutería
recreacionista, y leer los poemas de tal o cual autor ásatrúar. De un modo tan
simple los estaremos ayudando a ellos al tiempo que a nuestro pueblo y a
nosotros mismos, reforzando y propagando nuestros conceptos y disciplinas
culturales.
Y hasta aquí llega este artículo.
¡Nos vemos en el próximo post!
sábado, 5 de julio de 2014
REFORZANDO NUESTRA CULTURA, CAPÍTULO 3: “Combatiendo la anti-cultura”
Bien, prosigo con la enumeración
de elementos que pueden ayudarnos a la consolidación de una comunidad pagana en
general, y odinista en particular. Sin embargo, este punto bien podría
aplicarse a nuestra espiritualidad individual, además de ser uno de los puntos
más polémicos de la lista que estoy desglosando en los últimos artículos. Se
trata, como el título del post ya adelantaba, del rechazo frontal a la masiva
“anti-cultura”. Definamos, pues, a qué me refiero cuando hablo de
“anti-cultura” y cómo ésta puede afectar negativamente a nuestra
espiritualidad.
En mi experiencia odinista, he
estudiado tratados de diversos autores que explican su propia visión de nuestra
fe, y he leído obras tan ambiguas y eclécticas que pretenden fundir Ásatrú con
otros credos, como el Druidismo o la Wicca, hasta radicales postulados que
invitan a una suerte de involución cultural, al estilo del anarco-primitivismo
más extremo. Ciertamente hay que estudiar todos los puntos de vista para poder
formar la propia opinión, pues de una lectura concienzuda y crítica siempre
suelen devenir enseñanzas positivas para las mentes abiertas y receptivas. Hay
varios autores que ciertamente han influido en mi modo de ver y sentir el
odinismo, y la mayoría parecen apoyar el rechazo a la “cultura pop”. Sin
embargo, no estoy de acuerdo con ellos en este punto. No toda la cultura
popular es mala, según mi opinión. Yo mismo soy un ávido consumidor de uno de
los iconos del arte popular contemporáneo, como es el manga y el anime
japoneses; asimismo, disfruto jugando a rol siempre que tengo ocasión, y me
desvivo con el heavy metal. Todas estas manifestaciones artísticas se
enmarcan dentro de la denominada “cultura pop”, ¿y qué hay de malo en ello?
¿Afectan a mis criterios espirituales mis preferencias artísticas? Lo pongo en
duda. Sin embargo, sí reconozco que la “cultura pop” tiene una vertiente
oscura, y es contra ella que realizo mi lucha. Esa es la “anti-cultura”.
¿Cómo reconoceremos a la
“anti-cultura”? No es difícil, pues convivimos a diario con ella y siempre
trata de hacerse ver y sentir con un insano afán proselitista. Este remedo de
cultura ha sido creada por conglomerados corporativos, y les sirve como eficaz
herramienta de marketing. Su objetivo es dirigir a la masa para que consuma un
determinado producto, aumentando exponencialmente su índice de ventas, mientras
desarrollan el siguiente producto estrella y pergeñan el modo de educar al
aborregado rebaño en la creencia de que lo van a necesitar. ¿Alguien recuerda
cuando, para poder quedar con un amigo, había que ir a su casa? Hoy, los niños
que quieren un móvil se escudan en una supuesta necesidad. ¿Y aquel
momento, no tan lejano, en que si no tenías un tamagotchi no eras nadie?
¿Y qué decir de esas niñas que no escuchan a la boy-band del momento y
son inmediatamente rechazadas por sus compañeras de clase? Así funciona la
“anti-cultura”. No expresa la cultura de un pueblo o de un lugar concreto, y ni
siquiera genera una propia, sino que trata de sustituir la cultura
existente con un consumismo salvaje y sumiso. De igual modo, no contiene
tradiciones, puesto que cualquier tradición lastra esta “anti-cultura”. ¿Por
qué? La explicación es sencilla: porque el pan de esa gran superficie de
cuyo nombre no quiero acordarme, y que es tan barato y está recién horneado, no
puede competir con el pan de mi pueblo, esa hogaza de a kilo que aguanta casi
una semana y que está delicioso, ¡incluso estando duro! Otro ejemplo: ¿usaríais
patatas fritas de marca en un blót? Suena surrealista, ¿no es así?
Además, otro elemento
característico de esta “anti-cultura” es que se encuentra en una continua
reinvención. No está pensada para perdurar. Lo nuevo siempre es lo mejor, debes
adquirir lo nuevo. Por consiguiente, es acérrima enemiga de la Tradición: no
desea tender las manos a conceptos tan antagónicos para ella como la tradición
o la familia. Sí, también contra la familia carga la horrenda cultura de masas,
y deseo demostrarlo con esta alegoría: imaginad un hogar en el que Padre,
Madre, Hermana y Hermano conviven; sin embargo, Padre ve la televisión en la
sala, Madre tiene su programa favorito en su tablet, mientras que
Hermano ve la cadena de su elección en el ordenador de su cuarto y Hermana lo
hace desde su móvil, acostada en su cama. Y todos viven bajo el mismo techo,
pero cada uno recibe un mensaje diferente, recibe una publicidad distinta, es
adiestrado por la “anti-cultura” y adoctrinado para que la persona sepa cuáles
van a ser sus necesidades y metas de esta temporada, para que desprecie las de
la temporada pasada y para que sus anhelos y sueños se basen en los productos
de la temporada que viene, utilizando el antiquísimo proverbio belicista que
reza divide y vencerás, pues dividida está la familia de mi ejemplo, y
de este modo es imposible que sus miembros debatan y comenten, decidan si algo
es o no necesario o conveniente, y, en definitiva, tengan la posibilidad de
influenciarse mutuamente, de hacer un muro de escudos contra las influencias
externas, porque separados consumen más (cuatro receptores de TV consumen más
que uno, cuatro teléfonos móviles con cuatro conexiones a Internet consumen más
electricidad y recursos que uno o dos, y así sucede con todo), y por tanto son
más dóciles a la “anti-cultura”, menos propensos a la rebeldía y menos abocados
a ese veneno llamado pensamiento.
Amig@s,
la verdadera cultura no pasa de moda, y sea cual sea su forma, siempre
enriquece. Consumir auténtica CULTURA (así, en mayúsculas) es ir en contra de
la masa, informe y voraz. Es responder a los embates de la “anti-cultura” con
el filo de nuestras armas, que son la libertad de elección, la capacidad de discernir
y el orgullo por la tradición.
Bien, es probable que este tema
haya generado disensiones, o dudas cuanto menos. El debate siempre es
enriquecedor, y estoy abierto a él, si es vuestro deseo. Y si no es así,
¡espero veros en el próximo post!
viernes, 4 de julio de 2014
REFORZANDO NUESTRA CULTURA, CAPÍTULO 2: “Re-creación”
Voy a proseguir desarrollando el
concepto de algunos elementos útiles a la hora de forjar un clan/comunidad
odinista, y hoy deseo centrarme en este término: Recreación. ¿Qué
significa, por qué nos importa, cómo puede aplicarse al día a día?
Al mencionar el término
“recreación”, los más veteranos en el mundo del paganismo nórdico habrán
evocado en sus mentes, de forma inmediata, un muro de escudos formado por
varios valientes, ataviados con cota de mallas, sudando bajo un sol de justicia
en la feria medieval de algún pueblo. Efectivamente, los amantes del
recreacionismo alto medieval (entre los que me cuento) desarrollan una labor divulgativa
encomiable y muy necesaria, y con su esfuerzo y dedicación, la mayor parte de
las veces completamente desinteresado, ayudan a mostrar, de forma gráfica y más
que amena, el modo de vida, la música, el entretenimiento y las técnicas de
combate de nuestros ancestros. Pero al hablar de recreación, pretendo
aplicar el concepto del “recreacionismo” a nuestra vida cotidiana. Y es que
también nosotros podemos recrear en muchos casos, o directamente crear en
otros, tradiciones germánicas paganas.
La recreación es la base de las
tradiciones, y éstas tienen un
incalculable valor para cualquier comunidad pagana, al tratarse de excelentes
vehículos de colaboración interpersonal, y generadoras de vínculos y
sentimientos de camaradería y armonía. Por ello, considero la recreación
tradicional un elemento básico a la hora de afianzar una hermandad.
Tal vez, esta recreación se inicie
en nuestra casa, decidiendo hornear nuestro propio pan o preparar hidromiel
casera. O, tal vez, en un sentido más amplio de comunidad externa al clan,
participar en las festividades locales que tengan un eminente carácter pagano
(y estoy seguro de que tod@s podríais darme más
de un ejemplo de este tipo de festejos). Hay, pues, que infundir estas
tradiciones en nuestra vida diaria y en la de los nuestros.
En el seno del clan, esta idea no
debería faltar. Por ejemplo, considero afortunado al clan que disponga de un
escaldo, que se preocupe de guardar y fomentar la tradición oral, recitando en
las reuniones algún poema, o escenificando para sus hermanos el pasaje de una
saga, o planteando a los más jóvenes algún acertijo que ponga a prueba sus
mentes, o embelesándolos con alguna leyenda local. Creo que sería preferible
que un par de miembros de la hermandad representase un pasaje de Beowulf con
un fondo musical de Wardruna ante un auditorio de niños durante Yule, que
sentar a los jóvenes frente a la caja tonta mientras sus mayores se dedican a
beber. ¿A alguien se le ha ocurrido hacer un teatro de marionetas de calcetines
representando el Skírnirsmál durante las celebraciones de la primavera?
Indudablemente esto no se hacía en la Suecia del siglo V, pero ahí reside la
magia de este término: que puede ser “recreación”, o puede ser “RE-CREACIÓN”,
es decir, crear algo basándonos en lo que conocemos y en los medios de los que
dispongamos, con la intencionalidad adecuada. Y sería tan sencillo como, si
este teatro de marionetas tuviese éxito, repetirlo anualmente para haber creado
una tradición. Puede que los puristas estén clamando por mi cabeza, llegados a
este punto, pero mi personal visión del odinismo hace que procure fundir mi
vida diaria y actual, como currante de clase media-baja en la España del siglo
XXI, con mi faceta de Godhi ásatrúar, puesto que no debería haber división,
como no la hubo nunca en nuestra cultura hasta la llegada de las religiones
abrahámicas.
Y lo cierto es que estas
tradiciones nos unen. Ponedlo en práctica y me daréis la razón. Sorprended a
vuestros hermanos de clan con una hornada de galletas en la próxima celebración
o reunión. Honrad a los miembros de ese clan que os visita con una intrincada
danza de espadas. En cuanto iniciéis la vía tradicional, sentiréis cómo se
fortalecen esos lazos entre individuos, o entre familias, o entre clanes o
comunidades. Y tendréis, os lo garantizo, toneladas de recuerdos maravillosos
que ayudarán a cimentar y fomentar la convivencia dentro de vuestra comunidad.
¿Os he dado alguna idea para
ponerla en práctica? ¡Maravilloso! ¿Tenéis alguna que queráis compartir, o
vuestro clan ha creado alguna tradición de la que estéis particularmente
orgullosos? Será un verdadero placer leerlas: estoy ansioso por hacerlo.
¡Nos vemos en el próximo blog!
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