Antes de manipular nuestro mosto fermentado, necesitamos adquirir algo que posee una importancia crucial en todo este proceso: el recipiente de envasado. Parece algo sencillo, ¿verdad? "Pues una botella", pensareis muchos. Claro que sí, pero ¿vale cualquiera? Mi experiencia me dice que no, que requerimos un envase que esté pensado específicamente para un líquido de las características de nuestra bebida, y es que, aunque la levadura haya ralentizado el proceso químico de fermentación alcohólica, aún sigue activa, y lo seguirá estando mientras la hidromiel esté embotellada. ¡Mis primeros experimentos de envasado me llevaron a presenciar pequeñas explosiones, estallido de botellas y observación de corchos voladores!
Es por ello que mi consejo es que os hagáis con una botella de este estilo:
Aquí, en mi tierra, a este tipo de botellas las conocemos como botellas "con tapón de gaseosa", y fueron muy populares en las décadas de los setenta y los ochenta. Y en su nombre encontramos su particularidad: el curioso sistema de cierre. A pesar de que estoy seguro de que la inmensa mayoría sabéis a lo que me refiero, a continuación os ofrezco una imagen detallada de este cierre:
Este tipo de recipientes están diseñados para poder soportar la presión que ejerce un líquido gaseoso, y nunca he tenido problemas con estas botellas. Además, son relativamente sencillas de adquirir, al menos por estas latitudes: encontrareis diversos modelos en bazares chinos, en tiendas de menaje, etc. Asimismo, numerosas marcas de cerveza se presentan en este tipo de envases que, obviamente, se pueden reutilizar. Haceos, pues, con una provisión de botellas de este tipo, y cuando las tengáis limpias y hayáis comprobado que la gomita del tapón está en perfecto estado, podemos empezar el proceso de envasado, también conocido como "trasiego".
En primer lugar, vamos a proceder a comprobar que nuestro mosto fermentado está en buenas condiciones. Si seguisteis mis instrucciones al pie de la letra, su aspecto debería ser similar a éste:
En el fondo se observará el poso, que no es más que la levadura que se ha precipitado a la parte inferior de la garrafa. Al mover la mezcla, es normal que el líquido se enturbie un tanto, a causa del movimiento de este poso. No es nada malo, aunque evitaremos en la medida de lo posible que nuestra hidromiel se enturbie en exceso. Ahora prepararemos una de las botellas para el trasiego. Colocaremos bajo ella un paño (para evitar que los posibles derrames accidentales manchen la mesa, puesto que la hidromiel puede ser difícil de limpiar), y en la boca de la botella pondremos un embudo bien limpio.
Levantando el recipiente de fermentación, con mucho cuidado, comenzaremos a escanciar la hidromiel en la botella, procurando no remover el fondo en exceso. Pero puede que, por diversos motivos, sea inevitable que el poso se remueva y enturbie la mezcla. ¿Se puede evitar? Bueno, hay una medida que evitará que la mayor parte de ese molesto poso pase a la botella: se trata de un colador de tela, como el que muestro a continuación:
Mientras escanciáis el precioso líquido en su envase definitivo, veréis cómo burbujea y forma espuma, verificando así que la levadura sigue en plena forma. Las primeras botellas estarán más claras, pero inevitablemente las siguientes se irán enturbiando. Así pues, la parte final de hidromiel será casi en su totalidad levadura en suspensión en un poco de líquido. Yo esa parte no suelo usarla, es decir, que no apuro el recipiente de fermentación hasta el final, y os recomiendo hacer lo mismo.
Al final, con las medidas de ingredientes que usé en la primera parte de este artículo, me han quedado unos tres litros de rica hidromiel:
Pero, si almacenase así las botellas, la levadura aún estaría demasiado activa y, por tanto, seguiría con su proceso de fermentación y por consiguiente generando gas, lo que podría resultar peligroso, así que necesitamos "dormir" un poco la levadura. ¿Cómo hacemos esto? Pues muy fácil: con frío.
Meted las botellas en el refrigerador, y no las mováis durante, al menos, tres días. A partir de ese momento, la levadura seguirá viva, pero mucho menos activa, y ya no habrá peligro de explosiones indeseables. Es entonces cuando podréis almacenar vuestra hidromiel, con las mismas especificaciones que tendría el almacenaje del vino o la cerveza: usad un lugar fresco y seco, alejado de la luz solar y que no sufra grandes variaciones de temperatura, y si fuese posible, mantened la bebida a unos 17º-19º C. Antes de consumirla, metedla nuevamente en la nevera un día para que se ponga bien fresca, ¡y disfrutadla como gustéis!
Vuelvo a recordar que la levadura sigue activa, por lo que, cuanto más tiempo pase la hidromiel almacenada, más graduación tendrá (y eso aumentará su sabor fuerte y eliminará el dulzor inicial de la bebida).
Y no olvidéis que estamos hablando de alcohol: disfrutad con moderación si la bebéis de forma lúdica, con respeto y honor si lo hacéis en ceremonias y rituales, y NUNCA SI SOIS MENORES DE EDAD, ¿de acuerdo? Somos Odinistas: haced honor a nuestro Pueblo y sus tradiciones.
¡Os espero en el próximo artículo!
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