Este era el aspecto que presentaba el altar. Debajo del escudo, sobre la hierba, se observan dos falcatas, que también cumplirían su papel en la ceremonia.
Una vista más cercana de la parte central del altar. En primer término, el Mjölnir con el que se sacraliza el lugar, y sobre él, los anillos de juramentos.
Aquí se observa el atuendo ceremonial que lucí, inspirado en la vestimenta de los varegos de Kiev, con predominancia del color azul en honor a Freya, patrona de mi clan.
Esta instantánea se sacó mientras explicaba a los asistentes los elementos del altar, momentos antes de la ceremonia. A la derecha, Virginia, völva de mi clan y que me asistió como gydja, y Ernesto García, presidente del COE, que presidió la ceremonia.
El aspecto de la novia era verdaderamente encantador.
Los novios son presentados ante el altar por los padrinos.
Momento en que se solicita la protección de los dioses sobre la pareja.
Después, se realizó un intercambio simbólico de armas entre los novios. Al no tener armas propias, utilizamos las dos falcatas de entrenamiento que Ernesto nos prestó amablemente.
Momento de la preparación de las ofrendas a los dioses y los ancestros.
Bendiciendo la libación de hidromiel (obsérvese la posición que adopto, denominada "postura Algiz" por su semejanza con la runa homónima).
Ernesto derrama en la tierra la ofrenda, ante la atenta mirada de los niños.
Los novios realizan sus votos asiendo con la mano derecha un anillo de juramentos. Es el momento más solemne de la ceremonia, aunque nada podía borrarles la sonrisa del rostro. Un momento muy emotivo.
Sus manos se entrelazan con una tira de tela azul, representando el entrelazado de sus destinos.
A sus pies, la völva había formado un círculo con piedras blancas inscritas con runas, invocando la benevolencia de las Nornas.
Momento final del ritual, en el que los declaro formalmente marido y mujer.
Tras la ceremonia, un opíparo banquete nos reconfortó, y la cerveza logró atemperar el calor que reinaba en el paraje. Pero aún no habían acabado las emociones: los recién casados habían contratado los servicios de un grupo recreacionista, la Guardia del Cuervo, que con su saber hacer nos entretuvieron del modo que más nos gusta a todos: ¡luchando!
Aquí el grupo al completo, brindando con los novios. Las armas eran de entrenamiento, todo acolchado, pero las armaduras eran reales, como puede observarse.
Una simpática instantánea de estas dos guerreras (la de la izquierda es Sofía, hermana de mi clan, fotógrafa del evento -¡gracias por las fotos!- y poderosa skjaldmö), que ofrecieron un espectáculo soberbio.
Como puede suponerse, el evento ha tenido cierta repercusión en odinismo español: por desgracia, no celebramos tantos matrimonios como sería deseable, así que cuando se celebra uno, siempre es un motivo para alegrarse. Seguimos avanzando, lentos pero seguros.
¡Hasta el próximo post!
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