PRIMERA PARTE
SEGUNDA PARTE
CUESTIÓN 3ª.- ¿POR QUÉ HAY TANTA
CONFUSIÓN CON LAS FECHAS?
Ya habéis comprobado que el
asunto de los calendarios juliano y gregoriano, sus equivalencias y sus cambios
de fecha ocasionan más de un quebradero de cabeza. Pero creo que hemos dejado
bastante claro que: a) Yule no era una celebración del solsticio de invierno, y
b)no tenemos una fecha exacta de dicha festividad. De enero a febrero, las
diversas fuentes históricas lo colocan en distintos espacios de tiempo. ¿Por
qué? Ha llegado el momento de hablar del calendario escandinavo precristiano.
El festival de Yule sucedía en un
período de tiempo que comprendía dos meses, y ambos, en el calendario nórdico
precristiano, hacen referencia al evento: eran Ýlir y Jólmánuðr.
Pero Yule es una fiesta Germánica, y no sólo escandinava: la referencia a esos
meses asociados a Yule ya es patente en textos godos del siglo IV, así como en
fuentes anglosajonas del siglo VIII, cuando Beda el Venerable, monje
benedictino, escribe que los Anglos paganos seguían un calendario basado en
ciclos lunares, pero determinado por el año solar. ¿Qué quiere esto decir?
Pues que el calendario germánico precristiano no era solar, naturalmente, pero
tampoco lunar, como creen muchas personas. Era una fusión de ambos: era lunisolar.
Explicaremos esto con más detalle.
Antiguo calendario, aparentemente lunar, datado en torno al año 1.000, Noruega
En Escandinavia, los meses se
calculaban en base a las fases lunares. En un año solar hay 12 meses, 365 días;
sin embargo, 12 meses lunares duran 354 días (pues cada mes lunar dura algo más
de 29 días), y por ello, cada año empezaría 11 días antes que el anterior. El
Norte es una tierra con una climatología adversa, y es comprensible que los
ciclos agrícolas y ganaderos resultasen prioritarios. Era, pues, necesario mantener
una periodicidad. Para evitar que los meses “retrocediesen”, era ineludible marcar una especie de hito: el solsticio de invierno, que marcaba el punto
donde acababa el primer mes de Yule y comenzaba el segundo. Y de este modo, en
un intervalo de aproximadamente 28 días, las fases lunares podían “avanzar” o
“retroceder” en función del año, sin que esto perjudicase a la periodicidad
anual. Así pues, el calendario lunisolar germánico parece ser que insertaba un
mes adicional de verano cada tres años, para compensar esos 11 días de desfase
anual. Esto parece coincidir con los grandes festivales que se celebraban un
Uppsala y Lejre cada nueve años, y dudo que se trate de una casualidad. Es más:
creo que se trata de la prueba de que, en nuestra cultura ancestral, el tiempo
también era sagrado.
En resumen: nuestro Pueblo
conocía los solsticios y equinoccios astronómicos, y de eso no hay duda, pero
las festividades estacionales paganas conmemoraban cada trimestre del año sin que
coincidiesen necesariamente con solsticios y equinoccios, sino siguiendo las
fases lunares. Si entendemos que es en el solsticio de invierno cuando el ciclo
solar y el lunar se igualaban, como hemos dicho antes, los meses podían oscilar
un intervalo de unos 28 días. Teniendo presente todo lo anterior, parece ser
que Yule, en realidad, se celebraba un mes (o más) pasado el solsticio,
probablemente coincidiendo con la luna llena del segundo mes de Yule o Jólmánuðr. Es decir, entre el 5 de
enero y el 2 de febrero de nuestro calendario moderno.
Según Nordberg, el arqueólogo que
mencioné al inicio de este largo y tedioso artículo, la festividad de la
Epifanía (en España, el día de los Reyes Magos) sería una aproximación
cristiana al calendario pagano germánico. La “luna de Yule”, sigue diciendo,
sería el hito pangermánico que determinaría la festividad de Yule y el resto de
ceremonias estacionales cada año.
Y, este año, por ejemplo, ¿cuándo
sería apropiado celebrar Yule, de acuerdo con el calendario lunisolar? Pues
exactamente el 31 de enero. Por desgracia, hoy en día no parece que tengamos
mucho tiempo para mirar al cielo nocturno y así poder calcular nuestras
festividades anuales, y parece que nos conformamos con celebrar las ceremonias
de acuerdo con nuestro calendario habitual. Sinceramente, mi deseo es que esto
cambie algún día y retomemos el concepto de "tiempo" de nuestros antepasados, dándole el
valor sagrado que siempre tuvo el propio tiempo, y la consideración del sol y
la luna como herramientas que los dioses nos enseñaron a usar. Hasta que los
sacerdotes de la Antigua Fe estemos en condiciones de poder volver a este viejo
camino, nuestro Yule coincidirá con el Solsticio, lo que tampoco está mal -de
momento-, aunque sí espero que, al menos, os planteéis el hecho de ver Yule
como una ceremonia solsticial. No será por falta de datos...
¡Feliz Yule y un próspero año
2.018!